En el recuerdo del PSOE queda la eterna lucha de los años 30 del siglo XX entre Indalecio Prieto, del ala moderada, y Largo Caballero, radical, apoyado por la UGT, que no condujo a ninguna parte. Ni Prieto -"socialista a fuer de liberal"- salvó la II República de fachada burguesa ni Largo Caballero sacó adelante las posiciones obreristas. Ambos murieron en el exilio, tras su derrota en la guerra civil y sus posteriores estancias en México, en el caso de Prieto, y en Francia y en Alemania, en el de Caballero, quien sufriría incluso la represión nazi. Terminaron haciéndose reproches por no haber evitado la contienda.
La España de hoy no es la de aquellos años 30 y sería poco riguroso comparar a Susana Díaz con Indalecio Prieto o a Pedro Sánchez con Largo Caballero -cualquiera sabe quién sería Patxi López-, pero la historia siempre depara enseñanzas a tener en cuenta: la primera, que la división no suma ni suele dar buenos resultados a medio plazo.
El PSOE se mueve entre la opción de ser un partido de centroizquierda, socialdemócrata, en un Estado autonómico que respeta la monarquía, y el coqueteo con la izquierda que recela de la Transición y abandera un Estado plurinacional y republicano. Tal vez siempre fue así. Lo que ha cambiado ahora es que Podemos no es el viejo PCE ni la edulcorada IU, sin siglas comunistas. Y Podemos, con un nuevo Pablo Iglesias, ha ocupado un gran espacio a la izquierda del PSOE, que tropieza a su derecha con el PP y, por si fuese poco, con Ciudadanos. El campo de juego, cada vez más achicado, se le queda pequeño a los socialistas.
Cuando el PSOE es capaz de liderar la izquierda, como sucede ahora en Valencia, o puede entenderse con Ciudadanos, como en Andalucía, la cosa se hace llevadera. El problema viene cuando el PSOE ni siquiera es la alternativa, como pasa en Galicia, pero sobre todo cuando no es alternativa en España o lo es casi en igualdad de condiciones con Podemos y éste le arrastra a lo que el profesor Roberto Blanco - Valdés llamaría un frente radical con la restante izquierda y el nacionalismo independentista.
En el PSOE creen estar esperando a que llegue alguien pero no viene nadie. Dice Patxi López que se siente con fuerzas para reconstruir el Partido Socialista. Veremos.
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