Es un hecho incuestionable, nadie es eterno. Aún así la sensación dejada por el pasado año es la de haberse cebado con los personajes públicos, especialmente músicos y actores, a la hora de llevárselos al otro barrio. David Bowie, Keith Emerson o Leonard Cohen son solo algunos ejemplos de los primeros, al tiempo que especialmente trágicos han resultado, entre los segundos, los decesos con un solo día de diferencia ente Carrie Fisher y su madre Debbie Reynolds.
No nos engañemos, no se trata de una racha determinada, ni augurio, ni maldición gitana que valga, ni nada por el estilo. ¿Ha sido especialmente trágico 2016 en este aspecto? Probablemente no. Simplemente que el número de famosos es mayor que en otros tiempos, entre otras cosas gracias en lo que a medios de comunicación y redes sociales ha supuesto en la eliminación de fronteras. Por otro lado, intuyo, la capacidad de asimilación tiene un límite y el número de famosos no solo no seguirá aumentado exponencialmente, sino que se estancará y entrará en retroceso.
No hace falta ser Nostradamus ni la pitonisa Lola para vaticinar los nombres de Kirk Douglas o Olivia Havilland, ambos con 101 años, como candidatos a criar malvas próximamente. Pura ley de vida. En lo que a músicos y cantantes de rock se refiere parece ser que las adicciones y mala vida pasan factura reduciendo sensiblemente su esperanza de vida . Fats Domino con 89 y Chuck Berry con 90 podrían formar parte de ese hipotético listado, algo que por otro lado no está nada mal para un gremio en el que no formar parte del Club de los 27 ya era una victoria.
Difícil se antoja que en la actualidad las figuras publicas puedan alcanzar el unánime reconocimiento del que gozan los integrantes de la época dorada de Hollywood y las primeras estrellas de rock. Solo los futbolistas disfrutarían de un estatus similar aunque, igual que los políticos son alabados o vilipendiados en función de la coincidencia o discrepancia ideológica de cada uno, estos lo serían dependiendo si las patadas al balón las dan con la camiseta del Madrid o la del Barcelona. Ni siquiera Jake LaMotta, legendario boxeador cuya historia llevó a la gran pantalla Martin Scorsese bajo el título Toro Salvaje lo conseguiría a sus 95.
Probablemente si que nos encontremos ante el fin de una época o al menos de una forma de ver y entender la vida. Por lo demás no le des más vueltas, la gente se muere y ya está. Como pregonaba Iñaki Fernández al frente de Glutamato Ye-Yé: Vivir siempre es mortal.
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