Una firma, por solidaridad

Emilio Ruiz
23:55 • 21 ene. 2017

La recogida de firmas de apoyo o la petición de asistencia a una concentración por una causa que alguien considera justa son acciones sociales que siempre han existido. La irrupción en nuestras vidas de Internet y particularmente de las redes sociales ha propiciado que esta iniciativa se banalice hasta el punto de que ahora todo el mundo pide solidaridad por todo. En los últimos días mi e-mail y mis páginas en las redes sociales han recibido peticiones de solidaridad con quienes intentan evitar la consumación de dos hechos que los promotores consideran injustos. Una de ellas procede de Albox. Los colectivos movilizados pretenden que no se cierre el colegio Francisco Fenoy. Una de las peticiones me llega firmada por un famoso futbolista. La otra procede de Málaga, aunque supongo la razón por la que se le pide a alguien que es de Almería. Es para evitar que se cierren las oficinas de Cajamar en Arenas y Sayalonga, dos municipios de la Axarquía. 
En ambos casos no he respondido. Pero no porque yo desee o me dé igual que el Francisco Fenoy se cierre o porque es mi deseo que esos dos pueblos malagueños se queden sin la única oficina bancaria que tienen. No soy tan malvado. Es más, si de mí dependiera, no se cerrarían ni esos bancos ni ese colegio, ni ningún colegio ni ningún banco de ninguna parte. Ni ninguna tienda, ni ninguna industria… No cerraría nada. Pero seamos serios: las decisiones personales tampoco se deben tratar con frivolidad.
En ninguno de los dos casos he apoyado la petición por una razón muy simple: porque desconozco la profundidad del tema, de los temas. Sí, ya sé que, como me dicen algunos amigos, yo no tengo nada que perder por echar una firma o por hacerme presente en una concentración. Y es verdad, no tengo nada que perder y hasta tendría algo que ganar: al menos la simpatía de los promotores y de quienes me verían ‘tan solidario’. Pero no es ese mi estilo, dicho en plan cursi.
Al caso del cierre de las oficinas de Cajamar en Arenas y Sayalonga no he dedicado un solo minuto, lo reconozco. No he firmado y punto. Supongo que si la cooperativa de crédito almeriense ha tomado esa drástica decisión no es precisamente porque no sabe qué hacer con la alta rentabilidad conseguida en las oficinas. Será por lo contrario. Cajamar no es una ONG. Tiene unos dueños, que son sus cooperativistas, y éstos supongo que exigen a sus directivos que la administren con la diligencia debida. Y si en un lugar el negocio es ruinoso, pues adiós, lugar.
Con el caso del Francisco Fenoy sí he sido más sensible. Por razones obvias. Sin llegar a conocer la profundidad del hecho, he procurado informarme y anuncio, solemnemente –en estos casos hay que ponerse trascendente-, que hubiera rubricado la petición si creyera que la decisión administrativa es injusta o arbitraria o lesiva para los niños albojenses. Por más que he indagado no he visto injusticia, arbitrariedad o lesividad por ninguna parte. Justamente veo lo contrario: que el Francisco Fenoy era un colegio impropio de una época, mientras el centro en el que los niños cursan sus estudios ahora, el Virgen del Saliente, está dotado de los medios didácticos más modernos. Contra el cierre hay también razones sentimentales, que tienen su valor, pero reconozco que, éstas, carezco de argumentos para rebatirlas. Pero no las veo suficientes.







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