Susana Díaz: más gesto que gestión

`En Andalucía, manda la Junta. Y la Junta tiene en sus manos el PGOU, las inversiones, las prioridades, las discrecionalidades...`

Antonio Felipe Rubio
23:59 • 27 ene. 2017

Hace muchos años un conocido y conspicuo empresario almeriense tenía por costumbre -por tradición y desconfianza- abrir él mismo las puertas del negocio. Generalmente, los empleados se concentraban a las puertas del establecimiento unos minutos antes de las nueve hasta la llegada del patrón. Un día, tras una noche toledana a las que con frecuencia se entregaba, el “fenómeno” apareció a las doce y media del mediodía. Ante las miradas insidiosas y alguna increpación susurrada, el patrón se despachó: “Dejaros de cipotás. Ya hemos perdido la mañana; no vayamos a perder también la tarde”.
La visita de Susana Díaz a la alcaldía se produce a los catorce meses de ser solicitada por el alcalde, tiempo suficiente como para laminar el concepto de unívoca demanda de parte. O sea, la presidente ha venido cuando ha querido, y no en respuesta a una solicitud del alcalde que perdió vigencia por la demora insultante. Además, a sabiendas de que la visita iba a encontrar un aluvión de reivindicaciones, lo mejor es emplear el viejo truco de llegar regañando a donde sabes que te van a regañar. Y para esta displicente actitud hay que alardear de autoridad incontestable, tal que ese conspicuo patrón aludido.
La estrategia de la presidente, que a buen seguro incluía un plan B, no encontró parangón ni beligerancia (confrontación) en la actitud del alcalde. Ramón Fernández-Pacheco hizo alarde de respeto institucional y buena educación, cosa que no hay que confundir con actitud pastueña. Un breve análisis sobre la personalidad del interlocutor aconseja alejarse de cualquier escenario en el que se suele desenvolver con agresivo desparpajo y con el animado discurso de manual mitinero. 
Susana Díaz no tuvo reparo al despejar las reglas de juego. Aquí, en Andalucía, manda la Junta. Y la Junta tiene en sus manos el PGOU, las inversiones, las prioridades, las discrecionalidades… y los bloqueos. Es curioso que la presidente, en referencia al PGOU, no hablase de agilizar o colaborar. Prefirió el término “desbloquear” porque es una acción con intención; es decir, el bloqueo lo produce siempre alguien que pone un palo en la rueda, y ésta no vuelve a girar hasta que ese alguien saca el palo.
El efecto “bloqueo” es un clásico en las “negociaciones” que la Junta ha protagonizado como arma política y con munición institucional. Recuerden aquella reunión en un restaurante de Antequera cuando el PSOE pidió el apoyo de GIAL para que gobernase Nono Amate a cambio de “desbloquear algunos asuntos de Almería que tenía bloqueados la Junta de Andalucía”, Luis Pizarro dixit.
Alguien me decía que la visita de Susana tuvo los mismos prolegómenos que aquel paciente que se sentaba en el sillón del dentista al tiempo que le echaba mano a ciertas zonas sensibles con la advertencia “¿vamos a llevarnos bien, verdad?”. Conociendo la fibra sensible de la “paciente” el “odontólogo” se ha precavido de suficiente anestesia, y así lo demuestra con la entrega de un pendrive, que siempre es menos efectista que un abultado dossier que aparezca en las portadas como una montaña de incumplimientos escritos a doble espacio en folio a una cara. Todas las precauciones son pocas ante la conocida y exhibida soberbia de la experimentada trianera curtida en cruentos episodios de la sede sevillana y su actual escalada socavando con inusitados ardides el terreno de no pocos rivales con gran peso a nivel nacional.
Provocar el plan B de la presidente hubiese sido un error. Esa era su mejor baza gestual y efectista, sin olvidar la inmediata avalancha del animoso corifeo sectario que dice defender los intereses generales, pero pierde los pulsos por un encendido acto de fe ante cualquier afrenta a la indiscutida e idolatrada lideresa.


 







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