Los ultimos 30 segundos

Gerardo Santos
01:00 • 10 feb. 2017

Múltiple (2016), la nueva película escrita y dirigida por M. Night Shyamalan -y de la que no desvelaré ningún spoiler-, lleva tres semanas liderando la taquilla estadounidense, algo insólito en la filmografía del cineasta desde los tiempos de El sexto sentido (1999). En España también está atrayendo a mucho público a los cines y, en general, la recepción por parte de espectadores y crítica especializada está siendo mucho más cálida que la de sus últimos trabajos -exceptuando La visita (2015), cuyo éxito ya presagiaba este regreso cual ‘Ave Fenix’ al Olimpo Hollywoodense-. Además, al poco de su estreno se corrió la voz de que Shyamalan había vuelto a conseguir hacer de la escena final una sorpresa mayúscula… No lo voy a negar: tenía muy alto el listón cuando entré a la sala este pasado domingo. 
Split -su título original-, cuya historia gira en torno al secuestro de tres jóvenes a manos de un hombre con 24 personalidades, tiene muchos aspectos disfrutables: el trabajo de James McAvoy -el que no vaya a ser nominado a los Oscar es una de las muchas razones por las que hace años que no sigo los Premios de la Academia-, la desquiciante partitura de Western Dylan Thordson, el carisma de Anya Taylor-Joy -la otra gran protagonista, junto a McAvoy-, la elegante y austera labor de Shyamalan detrás de las cámaras, etc. Y también siguen presentes los aspectos que más se le critican al cineasta: la frialdad de sus personajes y lo chirriante de ciertos diálogos.
En general, disfruté de la experiencia pero no llegué a entusiasmarme en casi ningún momento. Hasta que llegó… el epílogo. No hablo a la ligera cuando afirmo que los últimos 30 segundos de Múltiple me sorprendieron como ninguna película lo ha hecho en los últimos años. Eché el cuerpo hacia delante, me froté las manos por la barbilla y, mientras desfilaban los créditos, me dediqué a murmurar alabanzas a Shyamalan, que en esta ocasión ha optado por un desenlace algo arriesgado en pleno 2016, pero que volverá absolutamente locos a los que adoran sus primeros trabajos enmarcados dentro del cine fantástico.
PD. Hace unos días hice algo que no suelo hacer nunca: dejar de ver una película. La ‘afortunada’ fue Ouija (2014); era consciente de lo mal que fue recibida en su día por parte de crítica y publico, pero una mezcla de curiosidad malsana y las buenas reseñas obtenidas el año pasado por su precuela (Ouija: el origen del mal), me llevaron a darle al ‘Play’. ¡Craso error! De todas formas, Wes Craven sigue siendo el director con más películas en mi lista de ‘abandonos’: a día de hoy aún no he conseguido terminar Shocker, El sótano del miedo ni Almas condenadas...







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