Es un juego de palabras pero es también una hipótesis plausible: en Podemos sí se puede perder poder sin Iñigo Errejón. Internamente ya se sabe que Iglesias pesa dos tercios y Errejón uno, o lo pesaba en Vistalegre 2 hace quince días. En el futuro ya veremos. Y para la secretaria general, Pablo venció sin discusión porque Iñigo no se presentaba. Después ha venido la “recolocación” de los perdedores, entendiendo que en casi todos los partidos “recolocación” es eufemismo de fumigación: al igual que Ramón Espinar fulminó al portavoz en la Asamblea de Madrid, José Manuel Lopéz, en el Congreso de los Diputados se han visualizado los cambios: Errejón pasa a la segunda fila de escaños y sus seguidores suben hasta el llamado gallinero. Tania Sánchez, ex compañera sentimental de Pablo y errejonista, al palomar.
La cuestión es ver cómo afectará en las urnas la pérdida del carácter transversal que Errejón imprimía a la política de Podemos desde la influyente Secretaria Política, ampliando su radio de captación de voto. Iñigo, “el mejor alumno que tuve”, según el incombustible Monedero que ahora lo fustiga diciendo que “tiene menos carisma que una estatua de Vladivostok”, es autor de una magnífica tesis doctoral sobre la transversalidad en Bolivia, que nos elogió el profesor Luis Garicano, cerebro económico de Albert Rivera. Para Garicano, la transversalidad del voto indígena y sus alianzas con el resto de la población, base de la victoria de Evo Morales, trataba Errejón de adaptarla y aplicarla aquí. Y dio resultados, a la vista de la gente de clase media e incluso acomodada que en Vistalegre se mezclaba con la militancia tradicional de Podemos. “Están muy consolidados también en la franja de voto con recursos”, comentaba un alto directivo de una potente consultora, viendo esas imágenes.
Para algunos, el retroceso electoral puede ser muy significativo en Podemos pero exageran los que calculan que alcanzará hasta un tercio de su electorado. No se puede hacer esa traslación del resultado de Vistalegre porque Errejón y los suyos no se han ido. Y, además, no se puede calcular, entre otras cosas, porque del centro a la izquierda el mapa político español es ahora mismo de arenas movedizas. No será lo mismo Podemos con un PSOE liderado por Susana Díaz que por Pedro Sánchez. Y por supuesto habrá diferencias en la atracción de voto hacia el PSOE según se elija secretario general a una o a otro, dicho sea con todo respeto para Patxi López que, a lo sumo, ya solo puede ser complemento de alguno de los anteriores.
La Gestora del PSOE sufre para llenar un salón de conferencias para hablar de proyecto económico, como este fin de semana en Madrid, mientras que la militancia abarrota los actos de Pedro Sánchez. Susana Díaz deja pasar la celebración del día de Andalucía, por separar lo institucional de lo partidario, y retrasa su salida al 11 de marzo, o mejor al 18. Es decir, a dos meses solo de las primarias. Difícil pronóstico.
Entretanto en Cataluña, la tensión es alta y pocos dudan de que habrá elecciones este año, en otoño preferentemente. El alcalde de Lleida, el socialista Ángel Ros, desafía las instrucciones de la Generalitat de liquidar cualquier vestigio del Estado español y ha autorizado la presencia del Ejercito en la Feria educativa anual que se celebra en la ciudad. Por carta, las autoridades autonómicas instaban al director de la Feria a vetar la presencia militar y el alcalde, como presidente de la Feria, por entender que se trataba de una cuestión política, ha respondido personalmente rechazando esa presión. Pero también en una población cercana a Lleida, hace unas semanas, la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, al visitar la feria del aceite en el único stand de fuera de Cataluña allí presente, le habló en catalán a la señora de Ciudad Real que lo atendía, auxiliándose con un traductor ante el estupor de los presentes. Lo afirma una testigo presencial y lo confirma otro. ¿Es eso una práctica habitual? Conviene confirmarlo.
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Manuel Campo Vidal