En noches como ésta las tuve entre mis manos. Desde temprana edad soñé abrazarlas e imaginé que con su luz inconfundible alumbrarían las tinieblas de la noche de nuestras vidas. O que alguna vez bajarían a nuestros apeaderos terrenales y nos invitarían a subir a sus plataformas , viajaríamos gratuitamente al infinito y ya no tendríamos necesidad de regresar a la Tierra porque la vida sería un eterno viaje de placer. Un recorrido sin fin por espacios de felicidad, en los que el hambre no tuviera nombre de países habitados por gentes como nosotros; un trayecto en el que la enfermedad y el dolor no afectaran al ser humano; un itinerario en el que nunca hubiera guerras ni conflictos entre seres semejantes, ni calamidades, ni catástrofes. Un paseo permanente por lugares de paz, en donde nadie nunca hubiera conocido las desavenencias, la enemistad, las ofensas. Tampoco tendríamos que hacer cosas en contra de nuestra voluntad, ni prescindir del juego que mejor jugábamos. No. Nadie impondría su voluntad sobre la propia de los demás. Viviríamos como nómadas celestes en rutas eternas donde no se hubiera conocido la opresión, la venganza, los rencores, la envidia, el miedo. No. Un mundo sustentado en la libertad, la justicia y la igualdad.
En noches como ésta las tuve entre mis manos. Deseaba abrazar a todas porque cada una brillaba con una luminosidad diferente y con una intensidad distinta. De niño soñaba despierto boca arriba sobre la parva de la era cuando el estío me regalaba días de trilla y noches al raso. En esas vigilias con aroma de tomillo y brisas de cebada descubrí la inmensidad del firmamento, un descubrimiento que me indujo desde aquella temprana edad a dejarme llevar por una tendencia casi natural a echar la vista hacia arriba; un ejercicio altamente gratificante cuando oxigeno el alma y la mente en la inmensa atalaya, entre Los Vélez y el Almanzora, que es mi pueblo. Tal vez por ello no me haya causado extrañeza la iniciativa de Colin Cooper, uno de los vecinos británicos, de impulsar un observatorio astronómico en “La Noguera” con fines lúdico-turístico-científicos en cuanto que ha percibido que estos parajes de la Sierra de las Estancias constituyen un lugar privilegiado para la observación. Sin sorpresa, me conforta saber que de llegar a buen puerto el proyecto otros muchos ciudadanos podrán asombrarse en “La Noguera” con Capella, una estrella cuádruple, o descubrir a Alfa Canis Majoris, Sirius, la estrella más brillante del cielo nocturno. Pero, sobre todo, me satisfará compartir el sueño de las estrellas de Oria.
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