Durante el Franquismo, los jueces eran intocables y uno de los pilares de la dictadura. El Tribunal de Orden Público velaba por los principios generales del Movimiento, condenando a penas severas a la oposición clandestina (no podía ser de otra forma), sindicalistas, estudiantes, intelectuales. El periodismo pasaba de largo sobre la justicia de la Dictadura. La norma que los periodistas recibían era no hacer nunca valoraciones de sentencias ni mucho menos comentarios del juez de turno ni entrevistas. Eso era prohibitivo. Los jueces con Franco eran intocables.
Con la Democracia, el sistema cambia. Un gran momento es la disolución del TOP. La Transición avanzó en grandes logros. Pero el tiempo del desencanto y la actualidad del siglo XXI ha puesto a la Justicia establecida con más sombras que luces. Justicia y democracia están estrechamente relacionadas. No se entiende la una sin la otra, que se encuentran y establecen pactos en los subterráneos del sistema. La justicia se desmorona; con la democracia secuestrada y manipulada por los intereses creados. La Justicia responde, cada vez más, a los intereses de la Política. Y viceversa. Y cada favor, con favor se paga. Y si alguien se sale del sistema establecido, se le expulsa del sistema.
Un ejemplo: el juez Baltasar Garzón (Torres, Jaén, 1955). Perseguido, hasta conseguir sentarle en el banquillo y expulsarle de la carrera judicial. Pero lo que no consiguieron sus verdugos (tanto en el mundo judicial conservador como en la derecha política del Partido Popular), es que su imagen salga enaltecida. Mal que les pese a quienes le condenaron. Para conocer los entresijos de esta historia es un documento fundamental el libro de Baltasar Garzón: “En el punto de mira. La forja de un juez a contracorriente” (Editorial Planeta, 2016), donde el autor analiza y desvela los aspectos internos de sus veinticinco años en la Audiencia Nacional. En el libro están los aspectos más controvertidos de los que Baltasar Garzón fue testigo en primera línea: La guerra sucia de los GAL, su breve paso por la política con el PSOE de Felipe González y su decepción, el mundo del crimen organizado, la detención en Londres de Pinochet, el terrorismo, el cerco judicial a ETA, el mundo de la corrupción y el caso Gurtel, investigación de los crímenes en el franquismo… Y férreo defensor del Principio de la Jurisdicción Universal.
A Baltasar Garzón, que ejerció en Almería durante unos años, se le vigiló muy de cera, desde sus primeras actuaciones en la Audiencia Nacional. Y el mundo de la información encontró en él una referencia para desvelar los entresijos de la realidad social. Y eso no se le perdonó, incluso desde el mundo judicial, pues fueron jueces quienes lo cercaron y lo condenaron. “Sí, definitivamente ciertos jueces, ciertos compañeros, destrozaron mi vida profesional de forma arbitraria e injusta…” Y en este montaje contra Garzón, el mundo del periodismo, no todos los periodistas, dejó constancia de la cacería política y judicial contra Baltasar Garzón. Jueces, fiscales y abogados maniobraron con el objetivo final. Eso sí Garzón fue absuelto, después de una persecución feroz, por abrir el caso de las víctimas del franquismo. “En su propia existencia, estará por siempre la vergüenza de nuestra Justicia... La impunidad, en este caso, tiene claros responsables”.
Y después llegó el Caso de la red de corrupción Gürtel. Y ahí cazaron por fin al juez, de forma miserable. Baltasar Garzón fue expulsado de la carrera judicial en 2012, por once años. Baltasar Garzón siempre miró de frente a quienes le juzgaban y proclamó su inocencia: “Poder decirle a un tribunal que soy inocente, teniendo el convencimiento de que cada uno de sus componentes sabe que es así, les deja un lugar en la historia muy poco honorable”.
Baltasar Garzón no se rinde sigue en la brecha, a con el reconocimiento internacional, en el ámbito de Naciones Unidas.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/125277/contra-la-justicia-establecida