Imagine que está usted de turismo en Berlín y se detiene a visitar el Reichstag. Conocer el edificio sobre el que el Ejército Rojo izó su bandera en 1945 y en cuyos muros todavía se conservan, con intención expresa, los balazos y las pintadas de los soldados que lo tomaron, es un clásico en cualquier visita. Imagine también que a usted le da por pedir que le fotografíen en la escalinata de acceso haciendo el saludo nazi. Créame que en la foto saldrá también un policía berlinés poniéndole las esposas para llevarle echando leches a la comisaría más cercana, porque la apología del nazismo (incluso desde la intención más pintoresca y absurda) es un delito que los alemanes se toman muy en serio y que ha costado más de un disgusto a algún turista idiota. Nadie mejor que los alemanes para cortar de raíz hasta el más mínimo intento de enaltecer o bromear con algo que tanto espanto y tanta vergüenza retrospectiva les ha causado. Les hablo de esto tras conocer que el grupo de Unidos Podemos ha instado al Gobierno a suprimir íntegramente del Código Penal el artículo 578, que tipifica el delito de enaltecimiento del terrorismo y protege a las víctimas del "descrédito, menosprecio o humillación". Es decir, que los mismos que aplauden que la policía alemana cruja vivo al cretino que se pone a hacer saludos nazis en mitad de Berlín, son los que quieren que en España cualquier otro cretino pueda hacer chistes sobre ceniceros con restos de judíos gaseados o sobre las víctimas de ETA, sin que les pase absolutamente nada. A los autobuses de los niños con pilila hay que impedirles el paso, porque incitan al odio, pero hay que abrir la mano a los que dicen que los tipos que volaban autobuses llenos de guardias civiles tenían una explicación política, como dijo de los asesinos etarras el líder de la coleta. Y es que a estas alturas, el único colectivo violento al que Podemos no ha expresado aún su simpatía es el de los padres broncas que van a ver a sus hijos jugar al fútbol. Y debe estar al caer.
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