El 25 de marzo de 1957 la Europa de los mercaderes, -Alemania Federal, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y Holanda- firmó los Tratados de Roma, por los que se constituyó la Comunidad Económica Europea –en esencia un mero mercado común entre ellos- que iniciaría su andadura el 1 de enero de 1958.
Ese carácter meramente económico desoyó la vieja aspiración política de Churchill, formulada en 1946, de crear los “Estados Unidos de Europa”. Con todo, sin embargo, en el preámbulo de los Tratados económicos se decía que los firmantes estaban “determinados a establecer los fundamentos de una unión sin fisuras más estrecha entre los países europeos”.
En parte empezaba a triunfar el evangelio europeísta de Monnet. Y piense Vd., a efectos de comparar con los políticos degradados y muy mediocres que hoy padecemos, en los firmantes de aquellos Tratados: Robert Schumann, Paul-Henri Spaak, Antonio Segni, Konrad Adenauer, Christian Pineau y Joseph Luns.
En los años sucesivos, hasta tiempos muy recientes, Europa vivió liderazgos fuertes y carismáticos: De Gaulle, Giscard, Miterrand, Andreotti, Moro, Togliatti, Pertini, Brandt, Schmidt, Genscher...
Y, poco a poco al principio y en forma de aluvión después, los seis fundadores se convirtieron en veintiocho, destacando la entrada en 2004, de una tacada, de diez nuevos países, la mayoría repúblicas ex soviéticas, con lo que la Europa armónica que poco a poco se iba consolidando, se convirtió así en un revoltijo heterogéneo, sin ningún denominador común entre muchos de sus miembros. La moneda única no podía ser el pegamento: no circula en once de los veintiocho Estados.
Hasta que en 2004 se produjo el aluvión, se pensó que era posible fundar los Estados Unidos de Europa o algo muy similar y, a tal fin, se redactó una especie de Constitución que se sometió a Referéndum: en España, el 20 de febrero de 2005, y ganó el sí de manera abrumadora. Paradójicamente, votaron no Francia y Holanda, dos de los fundadores.
Y, a mi juicio, ahí empezó el desbarajuste y el desmembramiento: no todos podían –ni querían- correr a la misma velocidad.
En definitiva, cuarenta y cuatro años después de su ingreso (tardío, en 1973) el Reino Unido presentó el pasado miércoles la carta (May y Merkel, en guerra) en la que notifica el inicio oficial del Brexit, de su proceso de separación, lo que ha desatado un terremoto de temores e incertidumbres sobre todo en la ciudadanía. ¡Es la negación esencial de la globalización! ¡Pobre Churchill y su sueño baldío!
Y todo porque un cretino homérico –Cameron- decidió, por su estúpida demagogia, suicidar a su país y a él mismo, al convocar un referéndum que nadie le había pedido para que el pueblo decidiese sobre la separación de la U.E. ¡Es prodigioso convocar referéndum para perderlos! Y está de moda. La democracia exige que los políticos, apoderados de los votantes, sepan qué desean éstos. O que tengan el liderazgo suficiente para convencerlos de que son mejores sus propuestas. No queda un líder en Europa. Hoy, la hipocresía, la idiotez y la impunidad son más poderosas que las urnas.
... Y se ha generado en Europa una dinámica de escisión.
Con todo, y de momento al menos, hace unos días, las Elecciones holandesas parecen haber evitado la separación de los Países Bajos. Pero queda la incertidumbre de que podrá suceder en Francia a partir del 7 de mayo, e incluso en Alemania a partir del 24 de septiembre. La salida de Francia y/o de Alemania supondría la muerte definitiva de Europa.
Desde que en los años 60 empecé a salir de España y, sobre todo, a vivir temporadas en Italia –Anna María es napolitana- soy un europeísta fervoroso. Las generaciones más jóvenes tal vez sean incapaces de comprender qué beneficio ha supuesto para España estar en Europa. No llegaron a conocer, siquiera, dos frases definían la situación autárquica de España: “España es diferente” y “África empieza en los Pirineos”. Hoy, Almería es la frontera Sur de Europa.
Ahora, con el nacionalismo y el unilateralismo rebrotados y en expansión, es más difícil pero más necesaria la unión. En un mundo global, los países aislados perderán toda capacidad de autonomía, de supervivencia y, ¡no digamos!, de influencia. Serán absorbidos por los grandes monstruos.
Es verdad, sin duda, que la unión hace la fuerza. Pero, claro, la unión si no entre iguales, sí al menos entre homogéneos.
Sigo soñando con los Estados Unidos de Europa como Estado federal. ¿Utópico? Decía Lamartine que la utopía es la verdad anticipada.
Habría cumplido 100 años
Mi padre. El día 29. Era un hombre maravilloso, el único al que he admirado: inteligente, honesto, caballeroso, humilde, cariñosísimo y muy muy divertido. Fue mi amparo, mi consejero y mi amigo. Aunque murió joven tuvo la dicha de disfrutar de sus nietos, por los que sintió pasión, y de hacer que ellos fueran felices con él. Para mí, mi padre es sinónimo de felicidad y de bonhomía. Me parece increíble que haya pasado un siglo desde que nació. ¡Qué viejo soy: recuerdo mi vida con él como si fuera ayer!
Miguel Naveros
Era, en sí mismo, el personaje de sus novelas: con su pipa, su pelo lacio, su cartera, su corbata floja, su aspecto de profesor inglés, su exquisita cortesía, su cultura vastísima -me convirtió (me dijo) en un personaje de su última novela, aún inédita-)... Nos unía Italia y las bromas sobre y con Cochise y mi cariño hacia Isabel, su hija, desde que aún casi bebita se me durmió en brazos una noche de Feria...
Deja ese “a su aire” cultural, social y políticamente enriquecedor. Siempre lo respiraré con cariño.
¡Los hay!
Un restaurante vegano catalán prohibió a una madre darle a su hijo un biberón de leche de vaca, por ser de “animal no humano”. El propietario lo ha ¿explicado?: las vacas, ovejas y cabras son violadas durante toda su vida para tener bebés que son robados y descuartizados para que los humanos les arrebatemos, para biberones humanos, la leche para sus bebés. Y ha añadido: “No tenemos ningún inconveniente en que las madres den el pecho a sus hijos en el restaurante.”
¿Vd., lo entiende, quién es el animal?
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