¿Somos andaluces?

Con Navidades, Semana Santa y Verano, hemos inventado tres miniaños: se borra y comienza de nuevo. En el que empieza mañana, toca la gira española de Susana: Andalucía,

Fausto Romero-Miura Giménez
23:25 • 15 abr. 2017

Érase una vez, en la Transición, un señor imponente, José Tarradellas, primer presidente de la Generalidad restablecida, muy mayor y elegante, con señorío y auctoritas, ese valor hoy tan desconocido.
Un día fue a visitarle Mosén Xirinacs, un fraile friki, pacifista e independentista, que era Senador. Se presentó en su despacho oficial con un macuto y sandalias. Tarradellas lo saludó con un “¿Qué, Mosén, de excursión?!” ¡Qué no les diría hoy a quienes todos sabemos! Era un hombre correcto, protocolario, litúrgico, defensor de las instituciones. Un hombre de Estado.
Me he acordado pensando en la inacabable gira de Susana Díaz por toda España, en su competición contra el malo y el farfolla por la Secretaría General del PSOE y, así, aspirar a presidir el Gobierno de España que, alarmada, no para de repetir, con Benedetti, cada día que pasa: “¡quién me iba a decir que el destino era esto!, y lo remata así: “sólo hay una grieta / decididamente profunda / y es la que media entre la maravilla del hombre / y los desmaravilladores” 
Pero, en fin, mañana empieza, de nuevo, el año, ya no tan nuevo. Somos, en cierto sentido, sabios: cada cuatro  meses, nos tomamos un descanso, intentamos borrar el pasado y empezar de nuevo. Tenemos así, pues, una especie de tres  mini años, con lo que a los almerienses se nos hace menos pesadamente insoportable depender de Andalucía.
Con mis bisabuelos paternos nacidos en Ubrique y en Sevilla, el abuelo en Jerez, la abuela en Granada, y el padre en Málaga; con un bisabuelo materno nacido en Almería y otro en Carboneras; una bisabuela en Oviedo y otra en Garrucha; el abuelo en Vera  y la abuela en Garrucha, al igual que la madre; es decir, con mi rama paterna nacida en el Poniente atlántico y la materna en el Levante mediterráneo –separadas y no unidas ambas reatas por el Guadalquivir- yo debería haber nacido, incluso por carácter, en Córdoba, y me resultarían mucho más fáciles determinadas cosas. Entre ellas, a la pregunta “¿de dónde eres, qué eres?”, respondería, sencillamente, andaluz.
Nacido, y crecido, sin embargo, en Almería no puedo contestarlo tan sencillamente. Entre otras razones porque, cuando nací, en 1945, Andalucía no tenía personalidad jurídica propia.
A día de hoy, siquiera sea conceptualmente, sólo puedo afirmar, con toda propiedad, que soy un ciudadano que fue andaluz, que ha vivido casi toda su vida en el territorio de lo que hoy, legalmente, es Andalucía, pero al que las circunstancias –ser almeriense, y vivir, pues, en la periferia marginada (también de España)- le vetan ser andaluz. Estoy  en Andalucía, pero no soy   de Andalucía, que es algo muy distinto, porque quizá uno de los rasgos distintivos de los almerienses sea el de que no nos dejan ser andaluces, como si tuviéramos que expiar el pecado de que nuestra voluntad hubiese frenado el tipo de autonomía que se votó el 28 de febrero de 1980. Estamos marginados y no tenemos peso específico en Andalucía. Por periféricos respecto de Sevilla somos relegados a la condición de residentes, en los términos que a este concepto daba el artículo 5º del Proyecto de Constitución o Pacto Federal para los Cantones Regionados Andaluces de 1894.
Lo he contado alguna vez: el 8 de junio de 2004, en Sevilla, en la Primera Comunión  de Fernando Cepeda Sánchez, coincidí en la misma mesa con un profesional liberal, un periodista y un político. Los tres llegaron a la misma conclusión: no existe un nacionalismo ni, siquiera, un sentimiento andaluz.
El político sostuvo que cuando el famoso referéndum del artículo 151, a UCD le faltó valor para plantear el problema de las dos Andalucías, la occidental y la oriental, o la uniprovincialidad de Almería.
El profesional, Fernando López, dijo que él no se siente andaluz, sino sevillano y español.
El periodista, Antonio García Barbeito, sostuvo que no existe Andalucía, sino ocho millones de Andalucías: tantas como ciudadanos viven en su territorio. Aunque –añadió-, desde luego, cuando en Sevilla se piensa en Andalucía no se incluye en ella a Almería: nadie –dijo- nos acordamos de Almería a la hora de definir qué es Andalucía. Almería queda donde Dios no quiso ir y, además, es más murciana que andaluza. ¿Qué tiene Almería de andaluza?, preguntó.
Y bien podía haberse sumado Antonio Burgos, el famoso chufla, encarnación de cuanto más detesto del gracioso oficial sevillano, que tiene escrito: “A Almería, la verdad, es que entonces (como ahora) no va nadie... Aunque lo desconocíamos todo (como ahora) del Oriente andaluz”. 
¿Sí?
Mañana, la Presidenta de la Junta de Sevilla seguirá con su gira española,  olvidando a Almería. ¡Qué pena que no pueda aleccionarla Tarradellas!
C´est la vie.


 


El diario de Carme




Carme Chacón escribía un diario, no unas Memorias, no, sino un Diario: poesía, reflexiones, vivencias. Con su publicación, si ha dejado alguna disposición testamentaria en ese sentido, le haría su penúltimo servicio a su Partido, a España y a la Literatura. Churchill ganó el Premio Nobel por sus escritos políticos.
Dada su manera de ser, el Diario nos enseñaría entender muchas cosas porque “escribir te devuelve a tí... a no engañarte nunca a tí mismo, que es la cosa más absurda del mundo”, me dijo.


¡A bombazo sucio!




En pocos días, el cafre que manda en EE.UU., el “Comandante en Jefe”, ha soltado sesenta bombas: 59 sobre Siria y una –“la madre de todas las bombas”- sobre Afganistán. En condiciones normales, ello equivaldría a una declaración de Guerra. Y no estoy especialmente tranquilo: el otro loco, el de Corea del Norte, puede enfadarse mucho. Y el no menos cafre de Rusia. Y los chinitos… El mundo puede acabar por volverse loco cuando menos lo pensemos.
¿Qué puede desencadenarse?
¡Dios nos coja confesados! 


 




Niñatos nuevos ricos


Koke tiene 25 años y vive de darle patadas a una pelota vestido con pantalón corto y camiseta a rayas.
Hace días le robaron un reloj de ¡70.000 euros!, cuando sacó la mano por la ventanilla de su coche deportivo de 125.000 €.
En un país con un paro del 18%, 3.750.876 compatriotas, y un salario mínimo de de 9.906 euros anuales, semejante ostentación de niñato nuevo rico me parece absolutamente indecente.
¿Son, gente como este niñato, los ídolos ejemplares del 49’2% de la juventud parada?
¡Miseria de divos!


 



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