Hoy, Día del Libro, en Francia va a escribirse una novela, “La conquista del poder”, no sé si de terror pero sí, desde luego, de suspense. Una reedición de “Los tres Mosqueteros”.
Debería preguntarle a Fausto, mi nieto, cómo acaba la novela, ¡hace tantísimos años que la leí! Quién es Milady lo sabemos: Marine Le Pen, como sabemos que es igual de nociva que la Milady novelesca. ¿Tendrá su mismo final? ¡Ojalá! Digo político, claro.
Pero nos queda encajar a D’Artagnan, Athos, Porthos y Ramis. Soy incapaz de decir cuál -Fillon, Macron, Mélenchon y Hamon- es cuál.
El resultado de su duelo afecta a Europa. Volvemos a jugárnosla. Y es que, de un tiempo a esta parte, cada elección nos tiene en vilo. Si la Unión Europea es herida, y ¡no digamos si muere!, morimos –un poco o un mucho- todos nosotros.
Las encuestas –antes del atentado del jueves- auguran un empate a cuatro porque Hamon, el socialista, desgraciadamente ni cuenta, pero como no soy francés –tan suyos- no puedo imaginarme siquiera el estado actual de la cuestión electoral francesa.
Sin embargo, sí es clara la paradoja de que los extremos se tocan: Le Pen (ultra derecha) y Mélenchon (izquierda antisistema) son antieuropeistas y prometen la salida de Francia de la Unión Europea: el Frexit. Lo curioso es que se disputan los mismos votos: no el voto ideológico, sino el “anti”. Y puede que se hagan mucho daño electoral, lo que descartaría a uno de ellos.
El sistema electoral francés es sabio: si ningún candidato obtiene la mayoría absoluta hay una segunda vuelta a la que pasan sólo los dos primeros clasificados. Y, en ese trance, el votante se pasa al voto utilísimo: “si mi candidato ya no puede ser Presidente, ¿a cuál de los finalistas prefiero? Y suele ocurrir -en Francia nunca ha ganado el Centro- que en la segunda vuelta el voto se centre y se una para evitar que sea Presidente el candidato más extremista.
Pero hoy puede darse un resultado problemático que haga imposible ese voto corrector de extremismos: si se clasifican los extremistas Le Pen y Mélenchon, uno de los dos será Presidente de Francia. Nadie podrá evitarlo.
Jean-Luc Mélenchon, ex ministro socialista, antisistema, confeso admirador de Hugo Chavez y en sintonía con “Podemos”, lidera un Movimiento llamado “Francia Insumisa” – que ha engullido al histórico Partido Comunista- y supongo, se enrocará en la mítica grandeur, en el clásico chauvinista patriotismo francés, bandera y Marsellesa incluidas. El aislacionismo de Francia es su filosofía: “el pueblo contra la oligarquía y Francia contra Europa.”
A Marine Le Pen, del ultraderechista “Frente Nacional”, puede que le pasen factura sus tres procesos penales en marcha y su desquiciado programa de política económica. La xenofobia y el antieuropeismo son los pilares básicos de su programa.
Enmanuelle Macron, una especie de outsider, aparecido fulgurantemente con un partido nuevo, “En Macha” –E.M., sus iniciales-, ex ministro socialista de Economía, y joven -no ha cumplido los cuarenta y está casado con una señora sexagenaria- se presenta ahora como liberal centrista: “que los partidarios de la izquierda y los partidarios de la derecha digan que yo estoy del otro lado demuestra que no estoy en un lado ni en otro, sino por Francia”, proclama apropiándose de la frase célebre de De Gaulle, a quien quiere equipararse. Pero, claro –lo dije antes- en Francia nunca ha ganado “el centro”.
Paradójicamente, se ha hecho con el voto y el apoyo de Manuel Valls, el socialista ex Presidente de Gobierno.
François Fillon, candidato del partido clásico de la derecha, “Los Republicanos”, que parecía hundido por los escándalos de corrupción y de los sueldos a su esposa e hijos por empleos no ejercidos, profesional de la política, derrotó en sus primarias a históricos cono Nicolás Sarkozy –de quien fue Primer Ministro- y Alain Juppé. “No os pido que me queráis, os pido que me apoyéis”, dice, un poco al revés de lo que bromeaba Adolfo Suárez: “me quieren mucho pero me votan poco”.
Y queda el pobre Benoît Hamon, ministro dimisionario de Holland, candidato socialista. Casi ni aparece en las encuestas, con un raquítico 7%. Le critican haberse radicalizado hacia la izquierda, en ese proceso que está pulverizando a la socialdemocracia europea. El Hamon radicalizado, pierde votos por la derecha, que van a Macron; y por la izquierda, a Mélenchon.
Los franceses tienen fama de burgueses ilustrados y de bon vivant. ¿Qué votarán hoy, cómo nos afectará su voto?
¡Suerte pá tós!, -incluidos nosotros, claro- como en Los Toros que, en la Francia del Sur son una pasión enloquecida.
¿Qué Mosquetero ganará? Dios nos coja confesados.
Bartolomé Zamora
He sentido en el alma la muerte de Bartolomé Zamora. Como amigo. Como compañero, porque recién elegido yo Presidente de UCD lo nombré para el Comité ejecutivo. Y como ciudadano, pues fue diputado del PSOE en 1977 y, como tal, firmó la Constitución.
Bartolomé fue pura coherencia política: socialdemócrata, no dudo en dimitir del PSOE y de UCD para mantenerse fiel a su ideario, que lo llevó a reingresar en el PSOE con el PAD de Fernández Ordóñez.
¡Vivirá siempre en la Constitución! Y le estaré agradecido.
Turquía, dictadura
Erdogán, presidente de Turquía, es un personaje turbio. Primero, se dio un falso Golpe de Estado que le sirviese de excusa para hacer una purga feroz y dantesca. Y, luego, ha realizado un Referéndum –irregular según todos los observadores- para erigirse en dictador.
La Unión Europea, a la que aspira a pertenecer, debe frenar en seco cualquier negociación con un país, fracturado, que ha elegido convertirse en dictadura y que piensa restablecer la pena de muerte.
El fin no puede nunca justificar los medios.
Día del Libro
El mejor regalo que me pueden hacer es quererme. El segundo, probablemente, regalarme un libro. Y el tercero, simplemente recomendarme uno o darme noticia de que existe. Parece, pues, que mi gran pasión realizable es la lectura.
Y es que los cuadros y los libros son mi familia intencional: vivo rodeado de ellos. Y me hacen vivir mundos, realidades y pensamientos nuevos. No hay soledad ni aburrimiento posible.
Hoy, pues, yo celebro el Día el Amigo.
¡Me gustaría tanto contagiarle a la gente esa pasión mía!
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