La reciente conmemoración del 25 aniversario de la Expo 92 ha puesto de actualidad frases gloriosas, como las que aseguraban que la exposición universal cambiaría el destino de Andalucía y que la mascota Curro traía las infraestructuras del futuro bajo el brazo. Si hay algo cierto, es que la exposición universal desarrolló Andalucía, pero no por igual. Las inversiones llegaron a las ocho provincias, pero la lluvia de millones inundó algunas y solo salpicó a otras. En Almería, después de 25 años, las cosas no han cambiado tanto. Ni la Expo 92 ni tampoco los Juegos Mediterráneos de 2005 han acabado con el secular aislamiento ferroviario que sufre la provincia. Aún recuerdo cuando tuve la oportunidad de participar en un viaje organizado para periodistas con la intención de conocer la Expo 92 unos días antes de su inauguración oficial. El viaje lo hicimos en tren. Sobre las 10 de la noche, un convoy formado por varios coches cama salió desde la antigua estación con destino a Sevilla. Por delante, un interminable trayecto lleno de traqueteos que duró toda la noche. Al llegar a Bobadilla, los vagones procedentes de Almería eran abandonados en la vía hasta la llegada de otro convoy, cuya máquina tractora nos haría llegar hasta Sevilla a la mañana siguiente. De madrugada, el momento en que los vagones de Almería se enganchaban al resto del convoy provocaba un impacto capaz de despertar con un buen susto a todo el que hubiera sido capaz de conciliar el sueño. Hoy, 25 años después, las comunicaciones ferroviarias con Sevilla siguen sin ser directas, ni modernas, ni rápidas, ni prácticas, ni baratas. Hace un cuarto de siglo, esperábamos durante horas ser recogidos en la estación de Bobadilla. Hoy, nos obligan a hacer una parte del trayecto en autobús. Se cumple un cuarto de siglo de tren interruptus.
Da la sensación de que por Almería no pasa el tiempo y más que lamentarnos habría que empezar a buscar la forma de promocionarnos turísticamente obteniendo ventaja del atraso con el que nos han obsequiado las administraciones. No debe haber en toda la península una zona como la nuestra, con una costa tan privilegiada, con alta montaña y con desierto, a la que cueste tanto llegar. Puede que nuestro futuro esté en que no se haga nada, que no nos modernicen, que no llegue el AVE ni un avión asequible con Madrid. Quizás nuestro futuro esté en convertirnos en el parque temático de la incomunicación y aplicarnos el viejo eslogan de “Visite África sin salir de España”. En un mundo cada vez más apresurado, quizás Almería sea la única tierra capaz de ofrecer la experiencia del destierro temporal, lejos de casi todo, viviendo una estancia narcotizada por obra y gracia de las tapas, las pitas, las calas y el Sol que pasa aquí el invierno. Ironías...
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