Almerienses expulsados de sus playas

La Junta de Andalucía, ese lucerito desprendido de nuestro cielo y que va por todas partes pregonando su salero (como las uvas de Manolo Escobar) no cesa en su empeño de procurarnos la máxima felicidad a todos los almerienses, facilitándonos la vida y haciendo lo que haga falta para que todos y cada uno de nuestros pasos se vean colmados de dicha y de felicidad. Por todo ello -y ella- las gracias les sean dadas a perpetuidad. Y ahora que se acerca el verano y la natural aproximación del almeriense a sus playas, nos llega una nueva orden que amplía el círculo de la satisfacción producida por cortesía de Sevilla: a la famosa restricción del acceso en coche particular a las playas de Genoveses y Mónsul se añadirá este año -también- la restricción náutica. Sí, amigos. Se acabó eso de evitar las colas, los atascos y esos tíquets de contabilidad inexplicada y difusa llegando a su cala favorita en barco, lancha o flotador (de hecho el BOJA habla, textualmente, de “artefactos flotantes”). Así que la Junta también pondrá freno a esa invasión no sujeta a taquilla, evitando que alguien disfrute de esas playas sin pagar. Y eso vale igual para el yate del jeque que para la modesta zodiac del vecino de San José, porque para pagar todos somos iguales. Incluso los que echamos los dientes en esas playas y sabemos, desde antes de que se creara la Junta de Andalucía, que hay que cuidar las playas. Pero las playas son ahora de la Junta y las piensa defender (y rentabilizar) con la voracidad propia de quien protege lo suyo a toda costa. Y voy más lejos: ¿qué es eso de que la gente bucee libremente por esos fondos tan sensibles? ¿Para cuándo un cupo de escafandristas? En fin, uno entiende y defiende el tema de la protección del litoral y es consciente del daño que supone el abuso, pero también deberíamos pensar si el exceso de celo y la tentación de la recaudación fácil y no demasiado transparente acabarán expulsando a los almerienses de sus playas favoritas. Al paso que vamos, sin duda alguna.