Hay que personas que por su carácter, genio o trabajo tienen una importante influencia entre sus vecinos. Este es el caso de Julia, la boticaria de la Plaza Pavía. Las distintas corporaciones que han pasado por el ayuntamiento de la capital, cada vez que han intentado hacer unas obras de remodelación de la citada plaza han tenido que negociar con ella. Era obligado que así fuera, pues los vecinos de la plaza y de su entorno tenían (y lo sabían) como mejor negociadora a Julia, su boticaria en la plaza. Aún se recuerdan algunos duros enfrentamientos entre el ayuntamiento y doña Julia, ganados y por ko por la boticaria. Para qué hablar de un aparcamiento subterráneo que se quiso abrir en la plaza, y que murió en el mostrador negociador de la botica. ¿Han negociado nuestros padres de la patria la pasarela con doña Julia, la boticaria de la Plaza Pavía? Si lo han hecho, si ella está de acuerdo, adelante con la pasarela, si no lo han hecho, no estaría de más que lo hicieran, no conviene tenerla como rival en cuestiones que afectan a la plaza y a sus vecinos.
El pañuelo. Si debajo de la foto no hubiera un pie indicando que se trata de El Puche, un barrio almeriense, podríamos decir que estamos ante un barrio árabe de cualquier país musulmán. Mujeres, vecinas de El Puche, con pañuelos sobre sus cabezas y con carteles en castellano en sus manos, se han manifestado por el deterioro que viene sufriendo el entorno donde han decidido por ahora vivir. Ver a estas mujeres con sus pañuelos en las cabezas, unidas a las demás vecinas defendiendo un trozo de tierra almeriense como es El Puche, es algo que nos debe llenar de cierto orgullo. Algo debe tener esta tierra nuestra, algo deben tener los almerienses, cuando han conseguido que unas familias llegadas desde otras tierras se les unan en defensa de un bien común. En un mundo el que se habla de racismo, en un país como el nuestro en el que se habla desde los nacionalismos excluyentes y que hasta ayer las pistolas apuntaban las nucas de muchos españoles, derramando vidas por las calles, ver a mujeres con pañuelos y sin ellos, con distintas culturas y lenguas, alzando sus voces juntas por el bienestar de un barrio almeriense donde conviven como es El Puche, nos debe llenar de alegría y esperanza. Podemos vivir juntos. Ellas lo demuestran.
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