Memorias de una tierra dormida

O, mejor, de una Tierra resignada: Almería ¿Un Partido almeriense? `AUPA, A la Unión del Pueblo Almeriense` Almería no tiene un alma única. Somos muc

Fausto Romero-Miura Giménez
01:00 • 14 may. 2017

El artículo de Pedro Manuel de la Cruz, Director de La Voz de Almería, el domingo pasado, me puso en la rampa de lanzamiento de éste.
Él, escribe con barroca sutileza y, como es inteligente, con finezza florentina, por lo que conviene y divierte leer sus artículos entre líneas. Yo, soy más directo: a mi edad, no me condiciona en absoluto el “qué dirán” social, lo políticamente correcto, de manera que digo lo que pienso, respetando, claro, las normas de urbanidad y cortesía y sabiendo que mi libertad acaba donde empieza la ajena. A fin de cuentas, cuatro siglos antes que yo, lo hizo Quevedo: “¿No ha de haber un espíritu valiente? / ¿Siempre se ha de decir lo que se piensa? / ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?”. 
“Memorias de una Tierra dormida” es una especie de autobiografía de Almería que escribí en 1973, recibió el Premio “Francisco Villaespesa” y editó José María Artero en su editorial Cajal en 1976. Se agotó y firmamos un contrato para su reedición, pero le cambié al título a “Memorias de una Tierra resignada” porque creía –y, por desgracia cada día me afirmo más en ello- que le cuadraba más pues, lejos de despertarse se había resignado, hecho conformista.
La muerte, dolorosa, de Josalmería María Artero, impidió esa reedición.
Es una autobiografía amable, excepto el final, en que Almería dice: “De mi estado actual no vale la pena que te hable... Hoy reparto mis sentimientos entre la tristeza, la vergüenza y la indignación... He prosperado, sí, pero ello no me consuela, porque no se han resuelto mis problemas y pervive mi aislamiento secular... Sigo teniendo alma insular y veo con dolor cómo cada día se me margina un poco más… Debo luchar, debéis luchar, hijos míos, pues lamentarse no sirve para nada. Debéis ser vosotros quienes labréis vuestro propio futuro luchando con rebeldía, con constancia, firmeza y tesón… ¡Haced, trabajad, afanaos. Gritad! ¡Trabajad, trabajad, trabajad! 
¡Y no existía la Junta de Sevilla! Vivía Franco.
Pedro Manuel de la Cruz planteaba, en esencia, en el artículo que ha inspirado éste, qué sucedería si un Partido político almeriense, independiente de los clásicos, tuviese un diputado en el Congreso. Y ponía el ejemplo de las ventajas que Canarias obtendrá del único diputado de “Nueva Canarias” por su voto, imprescindible para la aprobación de los Presupuestos.
Sería ciertamente magnífico lo del Partido almeriense pero todos los intentos que se han hecho en ese sentido han fracasado: Unión Regionalista Almeriense (URAL), Grupo Independiente por Almería (GIAL), Partido de Almería (PdAL)… Duraron apenas un suspiro.
¿La causa? A mi juicio, muy sencilla: Almería no tiene un alma única, es decir, una unidad orgánica, un cuerpo vivo dotado de un espíritu, de un sentimiento común, palpitante: es, sólo, el territorio en que vivimos 700.000 individuos, cada uno con su propia personalidad lo que se traduce en que Almería no tiene una sociedad civil concienciada, vertebrada, motora. Y así nos va. Somos una tierra y una gente resignada, que espera que todo le sea dado, y somos incapaces de luchar como colectivo, con un alma única, por y para conseguir lo que creemos que merecemos, y lamentamos resignadamente no tener: en vez de mandantes solemos ser mandados; somos muchos “unos” pero no una “una”, francotiradores y no un ejército.
En otros tiempos no fue así. Ortega y Gasset, en “La Rebelión de las masas”, cita a Níjar como ejemplo de unidad; de una unidad suicida pero de unidad al fin. Y Líjar, el pueblo entero agraviado por una ofensa hecha en Francia al Rey de España, le declaró la guerra, todos a una. ¿Es pensable, hoy, que Almería, pueda sentirse Fuenteobejuna? 
En los tiempos recientes, sólo recuerdo dos momentos animados: cuando hasta las instituciones pusieron líneas telefónicas para apoyar a David Bisbal en Operación Triunfo. Y los Juegos Mediterráneos, con su Espíritu de Túnez, el “juntos, podemos”. 
El problema es por qué no queremos siempre, en todo y juntos. Tenemos baja la autoestima, somos un pueblo plácido, resignado.
¿La solución? Nos la dio hace mil años Abén Charaf,  filósofo virgitano “Procurad confiaros más en vuestras propias fuerzas, por pequeñas que sean, que en las de vuestros amigos, por grandes que parezcan: el hombre vivo, sostenido por sus propias piernas, que no son más que dos, es más fuerte que el muerto, llevado por las de quienes lo conducen al cementerio, aunque sean ocho”. 
Para que no se diga, le brindo a Pedro Manuel de la Cruz un nombre para el Partido: “AUPA”,“A la Unión del Pueblo Almeriense”. Me temo, sin embargo, que David Bisbal, el único líder almeriense que conozco, pueda no querer liderarlo.


¿Qué diablos pasa en Fiscalía?


Cuando la ciudadanía percibe que la Fiscalía –defensora de la legalidad- está ideologizada y en una guerra interna, se preocupa: las dos ruedas de la bicicleta de la Justicia están pinchadas.
¿Qué diablos pasa contra el Fiscal General, el de la Audiencia Nacional, el Anticorrupción? ¿Cómo dos fiscales dejan caer, en un burdo y atípico escrito, una gravísima y calumniosa sospecha de soplón contra el Secretario de Estado de Seguridad? ¿Quién filtra sectariamente?
Hay que operar, por dolorosa que sea la cirugía.




Sindicatos devaluados


El 1 de mayo confirmó la decadencia de los sindicatos históricos: tanto CC.OO., -al que tanto debe la Transición- como UGT, han perdido no ya su hegemonismo sino la capacidad de convocatoria. Capaces, antes, de parar el país con huelgas generales, apenas convocaron unos miles de manifestantes: la supresión de la negociación colectiva les quitó su arma principal, aparte, claro, de otras causas notorias, algunas turbias, de su decadencia.
Por el bien del país y de los trabajares deberían de actualizarse.




Vejez, soledad, abandono


En algunas cafeterías las mesas están tan próximas que se oye todo. Decía un señor mayor: “La vejez es una vida de silencio y soledad, hecha de nada y de ninguno, como de quedarte anticuado, fuera de este mundo que va demasiado rápido: la vida, muy deprisa pero los días se hacen eternos. No es verdad que la soledad sea sonora, como decía San Juan de la Cruz. No, no. Y, además, se tiene la sensación de ser un trasto que estorba y, por ello, se abandona y olvida. Eso, duele.” 
Me fui sin acabar los churros. 




 



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