Orgullo y pasión futbolera

Antonio Fernández
01:00 • 18 may. 2017

Hay días en que la afición del balón redondo viene a llenar los vacios afectivos que dejan otras desgracias sociales. No repuestos aún del fracaso de Eurovisión , vergüenza de ser el último de la tabla, y estando no poco asustados por los virus informativos que siembran la incomunicación, así como la bajada de sueldos y pensiones, nos viene Dios a auxiliarnos con el fútbol. Qué seria de nosotros sin fútbol, sobre todo en esta inflamada coyuntura Barcelona – Madrid cuando está por medio el Celta. El color blanco contra el celeste. Por supuesto todo aquel que desea el fracaso del Madrid se ha vuelto celeste. Además los catalanes recurren a sus viejas conexiones con los vigueses recordando que allí jugaron tres defensas culés. El orgullo y la pasión futbolera excede ya los limites estrictamente deportivos. De ahí que las hazañas ligueras se estén convirtiendo en materia de estudio dentro de la sociedad de masas. Los griegos invocaban a los dioses para hacer más fácil y asequible la victoria Aquí hacemos algo parecido llamando a un cura negro para que enderece sus plegarias hacia el triunfo. ¿ Por qué Dios tendría contentar los deseos de los celtas? El propio religioso nos lo explica. “Porque yo aunque no deseo que pierda el Madrid, tampoco es malo implorar fervientemente la victoria de Vigo” Al margen de lo sobrenatural n los especialistas ven otra clase de condicionantes . Un equipo de fútbol es en resumidas cuentas una gran empresa. Dado que los futbolistas son ya trabajadores millonarios, se necesita mucho dinero para ponerla a punto con sus fichajes. Aquí nace la solapada tendencia de ponerse de parte del más débil , especialmente cuando el enfrentamiento es desigual como ocurrió con ayer. Aunque también es digno de aplauso cuando sale a relucir la gran técnica de los supermillonarios. En cualquier caso. lo que el pueblo alaba desde los graderíos es la fiesta como tal. Cómo gozan los niños pidiendo autógrafos a las superestrellas del balón. Nunca hemos visto tan clara esa simbiosis entre el poder y la gloria.







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