Eran las 7:29 de la mañana del 31 de mayo de 1937 cuando, tras un colérico enfado del mismísimo Adolf Hitler, la armada alemana abría fuego contra las baterías de costa, el puerto de Almería y cualquier embarcación que se encontrara en su interior. Más de 200 disparos de proyectiles sembraron el terror. El saldo: varias decenas de fallecidos, más de cincuenta heridos y más de una treintena de edificios destruidos. Al contrario de lo sucedido con la Legión Cóndor semanas antes en Guernica los buques alemanes en ningún momento ocultaron su nacionalidad. Hecho insólito este en el que la escuadra alemana no sólo no actuaba como apoyo subordinado a los golpistas, sino como una fuerza naval independiente ejecutando órdenes directas del III Reich.
Este inhumano acto fue duramente criticado internacionalmente pero, a la hora de la verdad, todo se quedó en unas cuantas palmaditas en la espalda pues, tanto el Gobierno de la República como las potencias de Inglaterra y Francia, se mostraron excesivamente cautelosas ante la posibilidad de que una intervención contra el ejército alemán desencadenase una guerra mundial.
¿Por qué esta barbarie no es tan conocida como, por ejemplo, la de Guernica? Hay quien lo achaca a la ausencia de un símbolo de referencia como el cuadro de Picasso a la población vasca.
No se trata de que para el pintor fueran más relevantes o sintiera más las muertes vascas que las suyas propias, las andaluzas. Simplemente, la repulsa a los bombardeos de la Legión Cóndor contra la localidad vasca, le inspiraron para lo que sería uno de los grandes iconos del siglo XX: un impresionante mural que se convirtió en el mayor alegato moral contra el terror de las guerras modernas. Y es más que probable que el Guernica simbolizase el bombardeo sobre esa población, pero también sobre la de Almería, la Desbandada de Málaga, su tierra natal, y hasta el bombardeo de Jaén.
A diferencia del coronel de Gabo, Almería sí tuvo quien lo escribiera y fue Neruda, con los brutales versos de Almería, un poema tan duro y descarnado que sería el maridaje perfecto para el cuadro de Picasso. Paradójicamente, el bombardeo sí tiene un cuadro, Espanto, de Ramón Gaya, aunque evidentemente con infinita menor trascendencia que el del genio malagueño.
Por incomprensible que parezca, 80 años después, los bombardeos y las desbandadas siguen en el mundo ante nuestra impotencia. Recordarlo es un deber y una obligación, como hace la Escuela de Arte de Almería con la exposición 80 Años Bombardeo de Almería por la escuadra alemana.
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