Fue en la mañana del 27 de febrero y en el hotel Villamagna de Madrid.
-Presidente ya sabes que tienes que venir a mi congreso de despedida.
- Pero joder, que tú no estás todavía para jubilarte.
-No, no. Si no te estoy invitando al que celebraremos dentro de unos meses; ese será el penúltimo. Yo me iré en el siguiente…si se olvidan de mi los que quieren que me vaya; si no, pues a lo peor para ellos me da por seguir.
En ese momento Gabriel Amat me miró y esbozó esa sonrisa intencionada cuando encierra un mensaje que busca llegar no solo a su interlocutor- que, en este caso, era el presidente del Gobierno- sino a las dos personas que asistíamos a la conversación como oyentes.
He traído aquí el detalle de aquella mañana del lunes previo al 28F porque encierra una de las claves por las que el presidente del PP de Almería ya había decidido entonces presentarse a la reelección tras descartar la opción de abandonar el liderazgo provincial del partido. Una opción- la de propiciar su relevo- que fue sólida, muy sólida, después de las elecciones de diciembre de 2015, pero que el tiempo y las circunstancias diluyeron.
Unas circunstancias entre las que hay que destacar el acoso que ya sentía entonces y que no ha cesado por parte de quienes han hecho de él el causante de sus fracasos como “sobrecogedores” de aquella Gürtel provinciana de una parte del PP que tanto ganó y tanto intentó ganar y, era inevitable, el argumento obsesivo de su rencor. Nadie perdona a quien un día decide que ya estaba bien de días de vino, rosas y tres por cientos y te manda a la cola del paro.
Quien conoce a Gabriel Amat sabe que es un tipo a la vieja usanza y al cortijero modo. Quien se la hace, se la paga y, si llega a la conclusión de que cediendo satisface a sus enemigos, vuelve a pisar la tierra y allí, en la soledad del invernadero, se reafirma en la ancestral convicción de que “si no quieres caldo, vas a tener tres tazas llenas”. Es un pensamiento rural, sí; primitivo, tal vez. Pero es una filosofía de vida a la que el presidente del PP ni quiere ni puede- con 73 años es muy difícil cambiar- renunciar.
Pero no ha sido solo esa circunstancia la que le impulsó a presentarse a la reelección. También han influido los movimientos internos de aquellos que se apresuraron a postularse- y a conspirar, aunque tímidamente- en la carrera por la sucesión. Amat no quiere que nadie le mueva la silla y aquellas maniobras de noviembre y diciembre solo vinieron a reafirmarle en su decisión de continuar. El guión del alcalde de Roquetas solo lo puede modificar una circunstancia personal o una decisión procesal. Quien intente escribírselo desde el rencor por los viejos tiempos perdidos o por una posición de ventaja en los nuevos tiempos por ganar solo conseguirá el efecto contrario. Por eso me extraña tanto que los que le han querido “mover la silla”- tan cercanos en algunos tiempos a él o con personas cercanas a él- se hayan comportado tan torpemente.
Aunque en este relato de algunos de los motivos de su continuidad hay también que detenerse en un deseo íntimo que culminaría su plena satisfacción política. Nunca lo dirá, pero el último sueño que a Amat le queda por ver hecho realidad en política- en su travesía judicial es, obviamente, el de ver archivadas las investigaciones abiertas- ese sueño político, digo, que quiere ver hecho realidad es el de ver a un candidato del PP en la presidencia de la Junta de Andalucía. Creyó tenerlo al alcance de la mano con Arenas y su frustración de aquella noche en la que la pancarta de la sede regional del PP no pudo desplegarse fue tan inmensa que el mundo se le vino encima.
Ahora, con la crisis del PSOE y la marcha o no de Susana a Madrid la oscuridad emocional de aquella noche de derrota comienza a abrirse. Sabe, porque lo ha hablado con algunos dirigentes nacionales y regionales del partido, que ahora o nunca. Si Susana sale elegida hoy, porque no tiene sucesor o sucesora que garantice otro triunfo socialista en Andalucía; si pierde frente a Pedro Sanchez, porque su cotización electoral bajaría muchos enteros, muchos. Cualquiera de las dos opciones es propicia para Juanma Moreno y para su aspiración de ver a un presidente de su confianza en el Palacio sevillano de San Telmo. Si ese día llega Amat habrá alcanzado sus últimos objetivos: la batalla habrá terminado.
Y con el fin de esa batalla, con Moreno en la presidencia de la Junta, dos consejeros almerienses en el gobierno andaluz y él en la presidencia del PP provincial nadie se atrevería ( si no lo hacen ahora, no lo van a hacer si llega ese momento) a discutirle el quién y el cómo de la transición del PP en Almería.
Esa es su aspiración más íntima. Pero también sabe, bien que sabe que, como tantas veces dice, “hasta que no pasas el cortijo no sabes si el perro muerde”. Habrá que esperar porque, si algo nos ha enseñado la realidad es que, en política, nada está escrito y la certeza es un sentimiento tan efímero que solo alcanza la brevedad de un instante.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/129582/algunas-razones-de-la-continuidad-de-gabriel-amat
Temas relacionados
-
Elecciones
-
Política
-
Pedro Sánchez
-
Invernaderos
-
Día de Andalucía
-
Hoteles
-
Gabriel Amat
-
Pedro Manuel de la Cruz