No importan tanto las primarias como sus efectos secundarios. Con más autoridad lo dijo Hegel: la verdad de las cosas es su final. Por eso, sería muy bueno que se cumpliera el refrán bien está lo que bien acaba, porque, hoy, el PSOE elige, en primarias, a su Secretario General con la vista puesta, claro y aunque no toque, en la candidatura a la presidencia del Gobierno.
Como ciudadano, estoy preocupado: sería muy peligroso que se hiciera verdad el si sale con barba, San Antón, y, si no, una Purísima Concepción. Y parece que así están las cosas.
Como no soy uno de los 187.360 afiliados, no tengo derecho a voto pero, como ciudadano que varias veces ha votado PSOE, sí opinión. Y creo que ninguno de los contendientes tiene la sustancia necesaria, el liderazgo, para sacar de la UVI a un Partido centenario que agoniza.
El lunes vi el debate televisado entre los tres candidatos. Me sorprendió la hora –mediodía- en una jornada laborable. Pero…
Me gustó más que los habituales de las campañas electorales: resultó ágil, gracias a las interrupciones.
Si no conociera su pasado, me quedaría con Patxi López, en plan padre educando a sus hijos: “no habléis del pasado, mirad al futuro. Podemos desaparecer como están desapareciendo los Partidos socialistas en Europa. El PSOE tiene que volver a ser reconocible en su identidad, y ser sinónimo de esperanza”
Fue cruel con Pedro Sánchez, a quien pareció tomar por el torpe de la clase: “¿Sabes qué es una nación?... Me parece muy bien que si no tenías ideas cojas las mías”
Pero, ¡ay!, Patxi arrastra el lastre de que cuando fue lehendakari, el único no nacionalista, llevó al PSOE al matadero, superado en votos y diputados por EH-Bildu. Y su paso por la Presidencia del Congreso, pese a su brevedad -seis meses- bastó para acreditarlo como el más inepto.
Susana Díaz, menos folklórica de lo habitual, y españolista, también fue despectiva con Pedro Sánchez: no mientas, cariño. Tu problema no soy yo, tu problema eres tú. Zapatero, Felipe González, todos los que te apoyaban, te han abandonado porque los has engañado y no se fían de tí. No has querido atender a razones. Has cosechado los dos peores resultados sucesivos de la historia. Estamos así por tus 85 diputados. El Partido está malito.
Estuvo rápida de reflejos, y lo acusó de mentiroso y tramposo (“yo no hubiera puesto una urna detrás de una cortina.”) Pero -también tiene un ¡ay!- ¿qué está haciendo en Andalucía, por qué no aplica el programa económico-social que enunció, que parecía Jauja? Claro, una cosa es gobernar y otra dar trigo. ¿Es, de verdad, tóxico e infame el PP, como dijo?
Y Pedro Sánchez –curiosamente sin su Begoña, a la que parece que han ocultado- habló a todos y a todas, a solos y a solas, a niños y a niñas, a compañeros y a compañeras, desde el pasado y el rencor, lamiéndose la herida de no haber sido Presidente del Gobierno con 85 diputados. Y, para el futuro, ¡dijo que lo primero que haría sería pedir la dimisión de Rajoy! No duerme Rajoy, claro, que tiene en su mano disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones.
Estuvo envarado y distante, como el empollón prepotente que se sabe de memoria una lección y, cuando le cambiaron el paso, no supo reaccionar ante lo imprevisto y, en vez de mirar adelante, siguió mirando por el espejo retrovisor.
El debate tuvo, claro, dos destinatarios: los militantes socialistas: de ahí que Sánchez sólo hablase del pasado y se presentase como víctima del aparato contra las bases. Pero como no lo soy, y no sé si votarán analítica o visceralmente, ignoro si ayudó a suturar heridas, visto que los candidatos son como el perro y el gato, el agua y el aceite, y quedó claro que hay tres PSOE personalistas sin una personalidad carismática que los lidere.
Y el otro destinatario fue la ciudadanía. A mi juicio, ganó Patxi y perdió Pedro. Me pregunto, sólo, si quien pierda aceptará el resultado y se comportará lealmente con su Partido, roto y malito.
Pintan bastos para el socialismo en toda Europa: se está pulverizando, desfasado, incapaz de adaptarse a los tiempos nuevos. Hoy, pues, nos jugamos mucho, porque España necesita un PSOE fuerte: no podemos permitirnos el lujo de que desaparezca el Partido centenario que hizo posible la Transición, gobernado más de veinte años y dado estabilidad: ha sido una de las dos piernas con las que ha caminado España.
Lo que pasa es que ninguno de los tres aspirantes parece especialmente dotado. Echo de menos un político cabal y capaz. Pero estas son las únicas cartas sobre la mesa.
Me preocupan mucho los efectos secundarios de las primarias, invento fallido, las carga el diablo: Borrell, Zapatero, Sánchez...
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