Con el buen tiempo las bicicletas inundan las calzadas. Sobre el artefacto, los pedaleos acompasan el camino en latidos vivace a dos por cuatro. Tengo conocidos aficionados y apasionados por el deporte de las dos ruedas. Algunos fueron tan extremistas hace años que se toman el deporte con tal fruición como sus viejas noches de bohemia. En el mundo de los runners pasa algo similar: gente atiborrada de huevos buscando en el límite del bien y del mal ‘la frontera’ entre el deleite y la salud, frente al exceso y la lesión. En fin, los extremos y las reconversiones con sus daños colaterales.
Últimamente hemos visto cómo varios ciclistas (famosos y anónimos) se han visto arrollados por conductores suicidas, caraduras que se pasaron la omisión al deber de socorro por el forro o drogados reincidentes. Las unidades deportivas se han transformado en pelotones de fusilamiento frente a máquinas de matar. Guardar y respetar las reglas viales es algo que, viendo cifras, no nos podemos tomar por el pito del sereno. Demandar mejores redes viales debe ser un puñetazo reivindicativo sobre la mesa a diario. Es cuestión primordial que peatones y conductores sobre cualquier invento de tracción mecánica coincidan en el respeto y la educación. La otra cara de la moneda se sufre sobre todo en la ciudad, donde algunos ciclistas, que no deportistas, pedalean por las aceras a sus anchas, se saltan semáforos o señales de prohibición y se sienten los easy riders, mientras en sus cascos no suena el Born to be wild. Soy testigo, como urbanita y a diario, de estos desmanes, y a veces siento que no pasa nada más porque la providencia o la baraka está escrita en la mente de más de uno de estos chikilicuatres sin casco que juegan a la persecución, en modo James Bond, por la urbe.
Y hablando de esperpentos, ¡cuate, aquí hay tomate! Resulta que nadie vimos Eurovisión, ni infringimos las reglas del mal gusto, pero muchos no nos inmutamos ante el batacazo del pamplinas y maleducado Manel Navarro, e incluso vimos la luz con una canción de verdad que Portugal nos brindó, y no un chimpum chimpum sin champagne, que es en lo que la mayor parte de la oferta ¿musical? del festival se ha convertido desde hace décadas. ¿Eran destellos, delirios? ¿Son rumores, son rumores? “Que no me abucheen en la esquina, que eso mira, a mí me mortifica...”. Cuestión de ‘venados’, de venas, y que cada gallo aguante su vela. Remedios Amaya dignificó su futuro hipotecando su pasado con aquel futurista infumable tango flamenco que Paco Cepero escribió: ¡ay, las infusiones! Lo mismo el chaval tiene una segunda oportunidad. Cuestión de tiempo,... Sigan pedaleando amigos ciclistas, y esquiven como puedan ser portada. Las bicicletas se hicieron para recorrer las estaciones más bonitas y no para jugar con segundas oportunidades que la vida no suele dar.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/129646/ciclistas-y-artistas