Por esperado que sea el final de una vida, la del escritor Juan Goytisolo parece que debería haber sido eterna para nuestra tierra, de manera especial para los vecinos de la Chanca y de Níjar, cuyos nombres, junto al de este Sur , solo él supo sacar del mapa del aislamiento en un ejercicio reflexivo entre la belleza y la denuncia. Conocí a Juan Goytisolo, antes de hacerlo personalmente, en boca de Luis, su hermano menor, en el transcurso de una entrevista que mantuvimos en un coche oficial de la Universidad de Granada que sobre los primeros años de los ochenta le habían dispuesto para que lo trasladara desde el rectorado de la institución académica hasta el aeropuerto granadino, donde debía embarcar para regresar a Barcelona. La premura de su agenda y su cortesía permitieron más de media hora de encuentro rodado, a caballo entre la entrevista periodística y la conversación informal. En aquel corto, pero provechoso viaje, el menor de los Goytisolo se mostraba escéptico y aducía que desde hacía tiempo no se podía creer nada ni a nadie, ya que en el mundo “no hay nada que sea lo que parece”. No estuvieron ausentes en sus palabras los orígenes, su pasado y la infancia de los cuatro hermanos: Marta, José Agustín, Juan y él, marcada terriblemente por la muerte de su madre, Julia Gay, durante un bombardeo sobre Barcelona de la aviación franquista. La tragedia tejería con los años un nexo sentimental en la obra de los tres hermanos escritores, y, además, generó un afecto y cariño intensos entre los huérfanos maternos que quedaron al cuidado del padre.
Una década después, en 1993, en la anterior sede de Canal Sur en Oliveros, donde compartía la dirección del medio con Antonio Torres, tuve ocasión de conocer y departir con el autor de Señas de identidad. Serio, sencillo, muy poco dado a los halagos, el escritor crítico, provocativo, innovador y reflexivo, atendió nuestras demandas profesionales y con la austeridad que siempre le ha caracterizado estampó su firma en una vieja edición de La Chanca, que a modo de libro de cabecera acompaña siempre mi equipaje. Precisamente la Chanca, adonde Goytisolo siempre ha vuelto, y donde se le hizo Vecino de Honor, está de luto, como emocionada me ha comentado la cantautora Sensi Falán, quien cantó en los actos celebrados en Alcalá de Henares, en 2014, con motivo de la entrega del Premio Cervantes, el fragmento musicalizado de Makbara, “Vivir del cuento”. Además de su cariño y estrecha amistad con el escritor, Sensi ha puesto de manifiesto el agradecimiento del barrio, en donde se le aprecia especialmente y donde la noticia de la muerte ha entristecido hasta las ventanas, secretas miradas, abiertas al puerto… desde donde llega una brisa con aire amargo, como cuenta la cantautora en “Y vivir de nuevo”, el disco homenaje al autor de Coto Vedado. Tras su muerte, Juan Goytisolo deja en el mundo los campos, otrora yermos, de Níjar y la realidad de La Chanca, pero ambos enclaves almerienses pierden su voz más universal.
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