Jamás pude adivinar la zafiedad que incorporaba el discurso de los “nuevos tiempos” con el que algunos partidos emergentes intentaron ilusionar a las masas para, como cualquier otra ideología totalitaria, descubrir enseguida la vacuidad perniciosa del mensaje que aglutina a una casta (castuza) hacia a una finalidad tan prosaica, traicionera y contraria a sus postulados iniciales: hacen lo mismo que los demás, con mayor deterioro y descarado desparpajo ante la corrupción propia. Y su limitada filosofía es que el Sol sale para todos; pero viene la derecha y el liberalismo, y te lo nubla.
La impostura de esa zafiedad alcanza niveles estratosféricos con reacciones tan incompresibles como las reiteradas críticas hacia empresarios de éxito que se han prodigado en esfuerzo, innovación, internacionalización, prestigio… y puestos de trabajo, pago de impuestos, inversiones y generación de riqueza.
Amancio Ortega (Inditex) ha sido diana de las críticas de estos envidiosos que se atomizan en federaciones de asociaciones para denostar la donación de 320 millones de euros para la sanidad pública consistente en la entrega de decenas de aceleradores lineales de alta generación para un mejor y certero tratamiento del cáncer. En Almería, la donación es de tres unidades avanzadas de radioterapia con una inversión superior a los cuatro millones. En Andalucía, el SAS recibirá equipamiento por importe de 40 millones.
Podemos, Esquerra (Rufián con chaqueta de Zara en la entrevista con Risto Mejide) y otros adminículos de los “nuevos tiempos” plantean la donación de Amancio Ortega como una limosna insultante para el Estado que, según estos semovientes, tiene suficientes recursos para realizar una sanidad adecuada con los impuestos. Y añaden, “lo que hay que hacer es obligar a pagar más impuestos a Amancio Ortega (..) y así lograremos, con mayores impuestos a los que más tienen mejor sanidad pública y… bla, bla, bla”. Magnífico discurso para desertificar productivas iniciativas empresariales que contribuyen en territorio nacional. Ya saben, Hugo Chávez ensalzando la sanidad venezolana, y tratándose en la “boyante, revolucionaria y avanzada sanidad cubana”.
La instilación de esta toxicidad social es contagiosa. Como todo movimiento totalitario, precisa de simbología identitaria. La estigmatización mediante la simbología se extiende en la perversión del lenguaje, historia y costumbres hasta llegar a la perplejidad y el histrión. Basten algunos ejemplos de esta misma semana:
-Para afrontar problemas tan serios como la amenaza terrorista contamos con periodistas de marcado sesgo “progresista” tal que afirmar sobre la carnicería en Londres que “la Policía había asesinado a los terroristas” Ana Pastor (La Sexta) dixit.
-La Junta de Andalucía presenta nuevos formularios para solicitar plaza en el segundo ciclo de Educación Infantil y, donde pedía el nombre de los padres, ahora pone “nombre de la persona guardadora”. O sea, ya no hay padres de alumnos, hay “guardadores” de niños, niñas y niñes. En clara contradicción de esta izquierda ideológica, hace unos días Irene Montero (Podemos) afeaba a Toni Cantó (C´s) por hablar de “guarderías y no, como es lo correcto, de escuelas infantiles”.
-La “meona de la Gran Vía” (una tipa se despatarró meándose en el centro de Murcia, y terminó como cargo de confianza en el Ayuntamiento de Barcelona) en Madrid, el partido de esta meona urbana prohíbe el despatarre a los machistas huevones que dejan correr el aire por la entrepierna al sentarse en el transporte púbico; perdón, público.
Si no fuese porque dan miedo, es para mearse.
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