Los plurinacionales

Rafael Lázaro
23:53 • 20 jun. 2017

Ahora resulta que Fernando Martínez, Nono Amate y Consuelo Rumí (personalmente siento aprecio por los tres y ellos deben saberlo) son plurinacionales de toda la vida. Y mira por donde, los tres proceden de aparatos y partidos que siempre han mantenido sus señas de identidad bien arraigadas en el internacionalismo solidario: el Movimiento Comunista, con odio visceral al nacionalismo de todos los colores y la Unión General de Trabajadores, siempre opuesta y enfrentada a los nacionalismos, por insolidarios y excluyentes ¡Las contradicciones al poder! que diría el marxista más recalcitrante.
Las contradicciones de una izquierda que al tiempo que deslegitima y minusvalora el concepto de nación con las hijuelas de las nacionalidades (concepto acuñado por el comunismo estalinista), o confusas expresiones como nación de naciones (¿qué es eso? No existe desde la Antigüedad hasta el presente un solo ejemplo documentado), alimenta la confrontación entre ciudadanos de un mismo país centenario con la falsa argucia de permitir “encajar” un trozo de un mismo ente político en el único ente político existente 
¿Alguien entiende este galimatías? Puro bizantinismo de una retórica hueca. Si de verdad se desea resolver el problema planteado por el golpismo nacionalista catalán, solo existe un camino: la firmeza de la ley y un proceso reeducativo de la parte intoxicada de la sociedad que habita en Cataluña. No es una utopía; siempre es posible en un proceso de culturización impuesto volver a la situación previa si se tiene la voluntad de hacerlo y los medio para ello. Y los medios existen si se acude sin complejos a  las competencias del estado.  
Al parecer  para luchar contra lo que llaman “políticas de derechas” (¿el PP hace eso?), la izquierda necesita  pasar el examen de nacionalista impertérrito, buscar nacionalismos a destajo en España y postular el dogma de que cuanto más cantonalismo mejor que mejor. Esto viene muy requetebién a cuantos aspiran en Almería y otras muchas regiones, provincias o pueblos de España (por qué no)  a conseguir el nuevo estatus super privilegiado de nación con todas las ventajas que ello conlleva: presencia cuantitativa en los PGE, exquisitez en el trato de los gobernantes del estado, sensibilidad manifiesta por los problemas concernientes, etc. etc. 
 El Almería no tendríamos ningún problema en alegar nuestras especificidades culturales y lingüísticas (¡Toma ya!) y hasta nuestro distanciamiento geográfico de cualquier otro lugar de España, para obtener el “placet” de los nuevos dirigentes del PSOE, los entusiastas sembradores irredentos de naciones acá, allá y acullá. 
Aunque creo que los mencionados al principio deben saberlo, no está mal recordar que el término nación en su acepción política empieza a ser utilizado con la revolución liberal, un concepto entonces revolucionario que define una realidad política absolutamente independiente de cualquier otra. Es decir, nación y estado son las dos caras de una misma moneda. Resulta totalmente inútil, por consiguiente, cualquier otro tipo de consideración, como realidad étnica o cultural, y que por supuesto, un colectivo que aspire a este reconocimiento jamás se conformaría con esa limitación.   
Hasta ahora era ésta una exclusiva de los erráticos izquierdistas de Podemos, salvada la honda reflexión filosófica de Zapatero de 2004, aunque rectificada en 2014 (ya saben, aquello de discutido y discutible). Pero resulta que en el actual PSOE que, al parecer, carece de complejos a la hora de asimilar todo lo peor proveniente de la ultraizquierda, ese es el camino correcto. Es de temer que los “plurinacionales” no devengan en “plurinecionales”.   


 







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