De vez en cuando, almuerzo con algún político. Profesional, por supuesto, porque los aficionados siguen en sus trabajos y no se les ocurre asomarse por la puerta de un partido. Y se quejan del desprestigio de su labor, del poco respeto a un trabajo necesario para la democracia, y creo que tienen razón. Y la mayoría son honestos e inteligentes. Pero, al día siguiente, el señorito de su partido o uno de los numerosos edecanes dice algo que te deja con muy escasos deseos de respetar.
Esta semana es de las de matrícula de honor, a cargo de Podemos, PP y el PSOE. Empezamos con los concejales de Podemos que echan mano a la caja y se gastan 100.000 euros del dinero público, con la misma sencillez con que yo me tomo una copa de verdejo, con objeto de ver si le encuentran algo al PP. Les imputa un juez, firmaron un acuerdo de que los imputados dimitían, pero ellos son de la pata de algún dios, y Pablo Iglesias les defiende, porque el objetivo era bueno, es decir, defiende que el fin justifica a los medios. El próximo paso puede ser dar luz verde a la tortura. Se toma a uno del PP y se le tortura hasta que confiese que asesinó a Iván Fandiño. Luego, el PP, que siempre habla del respeto a la Justicia, y alaba al Tribunal Constitucional, que tanto ayuda a España contra el secesionismo, pero si la sentencia va contra uno de los suyos, Montoro, entonces el respeto consiste en pasarse la sentencia por el forro de las conveniencias y aquí no ha pasado nada. Y, por fin, el PSOE, que se alía con la extrema derecha y la extrema izquierda europea en el tratado con Canadá. Dice que, por defender a los sindicatos. No, por acercarse a Podemos al que necesita en su estrategia de arrinconar al PP. Todos contemplándose el ombligo de sus intereses. Ninguno pensando en los intereses de los ciudadanos. ¿Por qué les vamos a tener respeto?
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