En los recuerdos de mi infancia no encuentro patios sevillanos, ni huertos claros donde maduraba un limonero. Lo que sí recuerdo (y no es, evidentemente, la única diferencia entre mi niñez y la de Antonio Machado) es ver en el patinillo de casa una caja de madera con sifones cubiertos con rejillas de plástico de vivos colores, que se iban reponiendo cada cierto tiempo. Era verano y mis padres solían tomar en las comidas un poco de vino con sifón, ese homo antecessor del ahora llamado “Tinto de Verano”, que tanto recorrido tiene hoy día en bares y chiringuitos. Eran otros tiempos y se vivía de otra manera, lo sé. Pero he sentido en la nariz el burbujeante chisporroteo de la memoria cuando, leyendo LA VOZ DE ALMERIA he visto el siguiente titular: “Cena maridaje en Almería con Royal Bliss Premium Inspiration”, para contar que unos amigos se habían reunido en un céntrico y agradabilísimo local para tomar unas tapas y unas tónicas, que por cierto ya no se llaman tónicas, sino “mixers”. Y entonces he imaginado a mi padre, llegando a la fábrica de carga del sifón en su Seat 131 Supermirafiori y pidiendo, mientras en la radio del coche sonaba alguna canción de Manolo Escobar, otra caja de “mixers premium con inspiration”. Rescato esta imagen familiar para someter a su reflexión si todo este proceso de necesaria modernización de la sociedad no se nos ha acabado yendo de las manos. Si se dan cuenta, ya nada puede ser normal: todo ha de ser Premium y todo tiene que venir trufado de palabros y palabras que son rápidamente adoptadas por personas que, en muchos casos, no tienen ni idea de lo que están diciendo (otro día hablaremos de la plurinacionalidad de los plurisocialistas). Pero esto no es nuevo. Esto ya lo decía, aunque con más gracia, la gran Marujita Díaz cuando cantaba: “Yo no sé pedir coñac, ni chartrés, ni cuantró, ni champán. ¡Vino tinto con sifón!” Pues eso.
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