Indignados, solemnes y sobreactuados

Jose Fernández
01:00 • 30 jun. 2017

En 1977 yo tenía doce años y supongo que a mediados de junio estaría tratando de finalizar el séptimo curso de esa EGB que nos permitía a los zangolotinos de entonces tener una formación bastante más sólida que la que manejan ahora los chavales de esa edad. De las elecciones de las que ahora se conmemora el 40 aniversario no tengo especiales recuerdos, aunque a partir de entonces sí que fui siendo consciente de que desde ese momento, y con buena parte de los supervivientes de la guerra y edl desgarro de la posguerra todavía vivos, acabábamos de cerrar una página terrible de la historia de España para no volver a abrirla nunca más. Y todo ello resumido en una palabra –consenso- que escuché por primera vez en esos años. Ya no habría más “nuestros muertos”, ni “sus muertos”, sino una memoria común de dolor y división que había que superar juntos y mirando al frente, no al pasado. Se entendía que mientras hubiera hijos con un futuro aún por escribir, el mejor de los esfuerzos colectivos habría de volcarse en evitar que otra generación acabase en las trincheras. Por eso me llena de estupor ver, otra vez, a la compañía de variedades de Pablo Iglesias (que no había nacido en 1977) sobreactuando su adhesión a un ideario de división frentista entre izquierdas y derechas y entre buenos y malos, cuya superación supuso, precisamente, la base del éxito de un proceso de Transición reconocida como modélica en muchos países, aunque no por los regímenes autoritarios, enloquecidos y teocráticos que riegan de dólares a estos anticapitalistas de hemiciclo y megáfono. Y lo más gracioso es que, precisamente gracias a esa Transición que cristalizó en la Constitución que tanto aborrece, puede Pablo Iglesias escenificar ahora su pose de permanente y fingido malestar. Pues allá del que quiera que esta gente le coma el coco, que era otra de las frases que empecé a escuchar en esos años. 







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