Aún con el alma sobrecogida, me envía un amigo los siguientes versos de Machado, tras una semana apocalíptica de incendios forestales en la Península Ibérica: “El hombre de estos campos que incendia los pinares/ y su despojo aguarda como botín de guerra, antaño aguarda como botín de guerra, /antaño hubo raído los negros encinares, talado los robustos robledos de la sierra. Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares; / la tempestad llevarse los limos de la tierra/ por los sagrados ríos hacia los anchos mares; y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra”.
La Tierra en la Península Ibérica, con una semana de diferencia, nos está hablando entre cenizas. La hemos abandonado; ya no habitamos en el bosque. La falta de gestión forestal, el cambio climático y la codicia urgen que pongamos en marcha nuevos modelos de gestión selvícola en los que se tenga en cuenta el aumento de las temperaturas y la biodiversidad. Es el momento de cambiar el futuro previsible, de aprender de los errores, de restaurar los paisajes y hacer microcirugía en él. De saber que no hay nada simple. Más que nunca hay que incidir en la educación ambiental como dice el ambientólogo, David Gutiérrez: “Educar es conocimiento, prevención, conservación, participación, denuncia, puesta en valor...”
La diversidad es la clave del éxito de los sistemas y, para ello, es importante un paisaje diverso, recuperar los hábitats más naturales, los que aguardan en nuestra memoria ancestral y que por estar cerca no valoramos ni le damos importancia. Recuerdo que una vez, en un concurso de ideas para el proyecto de un parque en un centro urbano introduje las especies vegetales que había fuera del núcleo urbano, dándole contenido pedagógico ya que son de un gran valor ecológico los sistemas dunares y mediterráneos. Pensé, si la ciudadanía no va a visitar lo que tiene en la puerta de casa, a pesar de los esfuerzos para que se haga, si no le da valor cuando va en masa a la playa: ¡qué los sistemas dunares mediterráneos visiten la urbe! ¡Qué la Naturaleza reivindique su espacio en la ciudad! Aunque tengamos que etiquetarla junto a los bancos, juegos infantiles y fuentes, porque puede que un cartel indicativo dando nombre a una planta y explicando su hábitat despertara a alguna conciencia y que cuando la viéramos, junto a nosotros en el parking de la playa, recordáramos quién es, lo que hace, cómo interactúa con el paisaje.
Urdí una manera para que nos enamoráramos del paisaje y así volver a hundir nuestras raíces en él y formar parte de él. Efectivamente no salió elegido y en su lugar ahora hay un parque duro, inhóspito y sin contenido. En los límites de la ciudad espera la Naturaleza en todo su esplendor y que silenciosa nos marca los caminos a seguir en este Planeta: un estoico Taray junto al mar puede ser un magnífico paraguas para la biodiversidad o una nueva especie de hormiga, la “hormiga ANSE”, en honor a una de las asociaciones que más han luchado por preservar los ecosistemas semiáridos del Sureste, y que ha sido descubierta hace unos días en el Sureste Peninsular, me hace pensar que no vamos con la suficiente atención ante lo que nos rodea, que nos creemos superiores sobre otro ser, de apenas unos milímetros, y que había pasado totalmente desapercibido entre los aparentemente humildes matorrales y espartales que es uno de los sistemas más valiosos y singulares de Europa, pero que los autóctonos no valoramos.
Tenemos una oportunidad histórica tras estos dramáticos incendios. Hay que aprender de lo que ha ocurrido con humildad. Observando en cada pulso de vida o en cada huella que marque la Naturaleza. Hay que aplicar dureza con los que son codiciosos, a los que mantienen un desarrollo desequilibrado entre sociedad, economía y Naturaleza. El Planeta es finito y las consecuencias de este desequilibrio están siendo dramáticas y poco previsibles. Frente a los habitantes codiciosos pongo a los que están luchando y luchan, de manera precaria, hasta la extenuación para apagar los incendios, al voluntariado y a los que han vivido esta semana conmovidos. Gracias eternas por salvaguardar lo que es de todos y todas; y ¡Ubuntu! Para vosotros también como gritamos en el programa de RNE3 “El Bosque Habitado”. ¡Ubuntu! Para los sin voz. ¡Ubuntu! Doñana porque no queremos más incendios así.
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