El chapucero dictador de Venezuela es capaz de derramar mucha sangre, de causar mucho más dolor del ya causado, incluso de arruinar todavía más uno de los países más ricos de la Tierra, pero es un aprendiz de chusquero a la hora de organizar una dictadura como manda la tradición.
Como decía mi tía Pascualina este hombre es largo de malicia y corto de entendimiento. Ni tiene la inteligencia y la experiencia de Chavez, ni posee su carisma, ni en el Ejército se fían de él, por más que la corrupción -que de eso sí sabe- le sirva para comprar voluntades en el supermercado del deshonor.
Chavez fracasó en el golpe militar que intentó, pero era militar y conocía los resortes de sus compañeros y, luego, le salió bordado un golpe civil, con apariencias democráticas, que tenía sus quiebras y sus fallos, pero que en manos de Nicolás Maduro lo ha logrado derrumbar, sin una posible marcha atrás.
Los militares no se fían de Nicolás Maduro. El antiguo conductor de autobuses es probable que supiera conducir un vehículo sin meterse en una barranquera, pero no es un conductor de masas, ni tiene otro poder que el que le otorgan, a día de hoy, un Ejército pasivo donde puede que haya algún bolivariano convencido, pero abundan más los que sienten nostalgia de aquellos tiempos en los que un general podía sentarse en un consejo de Administración, como hizo Franco, que ese sí que era un profesional de la Dictadura, y la prueba es que murió de viejo y en la cama.
No sé como fallecerá Maduro, pero no va a ser de viejo dictador en Venezuela. Podrá intentar blindarse con un baño de sangre, y prolongar esa situación insostenible unas semanas más, pero no va a ser un dictador de provecho. Ni siquiera para algo tan fácil, que no necesita estudios previos, es capaz.
Y el pájaro que le contaba que Chávez estaba feliz, le debe decir estos días unas cosas que no pueden reproducir en los periódicos.
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