Cristina Narbona

Emilio Ruiz
01:00 • 09 jul. 2017

Quienes conocen a Cristina Narbona aseguran que es una persona de un fuerte carácter y de sólidas convicciones, que detesta eso de ser mujer florero y que considera que su periodo vital aún no ha entrado en la fase de regocijarse con cargos honoríficos u otras mandangas que intentan echar el tablacho a las inquietudes. En Almería se le conoce bien, si bien es verdad que más por sus cualidades para anunciar grandes acciones que en la ejecución de las mismas, como muy bien nos recordó el pasado domingo el director de La Voz de Almería, Pedro Manuel de la Cruz. El PSOE de Almería ha tenido en esta nueva etapa democrática dos diputados ‘paracaidistas’. El actual presidente de Unión Romaní, Juan de Dios Ramírez Heredia, se entregó en cuerpo y alma a esta provincia y con Joaquín Navarro Estevan formó un tándem que trasladó a Madrid, como nadie lo ha hecho, las inquietudes de Almería. Entonces ambos eran diputados de la oposición al Gobierno de UCD y la labor de control al ejecutivo se realizaba de forma más apasionada que ahora. El dúo Heredia-Navarro era un torrente de denuncia de la marginación almeriense y sus insistentes preguntas parlamentarias  eran un detallado análisis de la situación de una provincia que siempre se ha considerado despreciada.
La otra diputada ‘paracaidista’ del PSOE fue Cristina Narbona. Cuando fue nominada candidata al Congreso por Almería los socialistas provinciales andaban a la greña –como casi siempre- y su presencia en nuestra tierra no fue acogida con desagrado. Se consideraba una persona solvente, muy estimada por los grupos ecologistas –eso siempre da un plus de aceptación ante las élites izquierdistas- y capaz de ayudar a solventar algunos de los sempiternos problemas de la provincia. Lamentablemente no arregló ninguno, y sí empeoró dos que aún siguen castigándonos: el déficit hídrico y El Algarrobico. Narbona siempre manifiesta que en El Algarrobico ella era parte de la solución y no del problema. Pero la realidad de los hechos es la que es.
Ahora, Pedro Sánchez se ha acordado de ella -de Cristina, digo- para presidir el PSOE. Se equivoca el repuesto secretario general si piensa hacer de Narbona un Ramón Rubial o una Micaela Navarro al uso. En las pocas semanas que lleva en el cargo ya ha dado muestras de ello. Los diputados socialistas se enteraron del cambio de postura ante el acuerdo entre la Unión Europea y Canadá (CETA) por un tuit suyo. “No lo vamos a apoyar”, dijo. Finalmente, como se sabe, el no apoyo fue una abstención, que es como un ‘no pero sí’. Lo que no consiguió Susana Díaz lo consiguió el comisario Europeo de Asuntos Económicos, el socialista Pierre Moscovici.
Otra prueba de que Narbona piensa desempeñar un papel muy distinto al honorífico de su predecesores es el acuerdo económico al que ha llegado con Pedro Sánchez: al no ser ninguno de los dos diputado, el partido les gratificará con unos emolumentos anuales de alrededor de 80.000 euros. “Cobraré lo mismo que Pedro Sánchez”, recalcó a Ana Pastor en La Sexta, por si alguien dudaba. Bien es verdad que mientras el nuevo secretario general estaba en las listas del paro, la nueva presidenta tendría que renunciar a un sueldo superior a 100.000 euros como consejera del Consejo de Seguridad Nacional. Un sacrificio de 20.000 euros no se hace a cambio de un honorífico cargo.







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