En el vigésimo aniversario del asesinato por pistoleros de ETA del joven concejal popular Miguel Ángel Blanco, Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid, no ha querido aprobar la colocación de una pancarta en la fachada del Ayuntamiento recordando aquél alevoso crimen. Una ocasión perdida que delata el perfil sectario de algunas autoridades que toman decisiones sin atreverse a desbordar el círculo de tiza de sus servidumbres partidistas.
A Manuela Carmena le falta tiempo para proclamar su condición de independiente. Pero los hechos son tenaces. A la vista está la férula que la unce a este movimiento político extrañamente apegado al insoportable discurso de la equidistancia cuando se trataba de reforzar el relato de la memoria respecto de los crímenes terroristas de esta organización nacionalista afín a la extrema izquierda marxista.
En ocasión del aniversario de otro crimen, la matanza de Atocha, el asesinato a manos de pistoleros fascistas de los abogados comunistas de un despacho de CC.OO. del que formaba parte la entonces joven letrada Manuela Carmena, que se recuerde, a nadie se le pasó por la cabeza negar el merecido homenaje.
Ya digo, es una pena que una persona como la alcaldesa de Madrid que tenía una trayectoria pública encomiable haya caído en la servidumbre partidista de un movimiento como Podemos que solo representa al 20% de la sociedad española.
Mal por Carmena, peor por quienes la han inducido a perpetrar semejante ofensa a la memoria de Miguel Ángel Blanco uno de los 856 ciudadanos asesinados por la banda terrorista ETA.
ETA es una organización que intentó sin éxito provocar una involución, generar las condiciones para un golpe de Estado que (23F) a punto estuvo de tumbar a la incipiente democracia nacida alrededor de la Constitución del 78. Nada de "gudaris", nada de "patriotas". Por mucho que se empeñen sus cómplices de entonces y los amnésicos de ahora, el relato de aquellos años de terror debe dejar muy claro que la etiqueta que les reserva la Historia es la de asesinos. Manuela Carmena debería reflexionar. Su decisión no representa el sentimiento de los cientos de miles de madrileños que hace veinte años salimos a las calles de la capital conmocionados.
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