Ni un euro para memoria

Kayros
01:00 • 12 jul. 2017

Recién terminada la guerra civil, la España oficial intentó convencernos de que ya no había vencedores ni  vencidos. La realidad social decía otra cosa  porque, mientras se elevaban gloriosos monumentos a los caídos de un lado, en el otro era la persecución, el silencio y el olvido. Podría decirse, pues, que el último muerto de la República tirado por las cunetas y descampados, ha sido enterrado estos mismos  días gracias a la estremecedora dignidad de  la que fuera su esposa. 
Esto quiere decir que,  pese a la constante salmodia de los triunfadores por hacerse perdonar aún quedan algunas llagas abiertas que necesitan curación. La identidad de los pueblos,  dicen los historiadores, se compone de relatos, leyendas. mitos. En cierto modo cada cual se identifica con su proyecto político y hay quien cree que lo mejor es olvidar el pasado, cuando otros piensan  lo contrario. A la izquierda  española le produce cierto asco oír a  este  Gobierno que no tiene un duro para la Memoria Histórica. Hablamos  mucho de techo de gasto como prueba  de preocupación  por  los vecinos, pero  siempre queda un cementerio por hacer y renovar, son los caídos al otro lado de las tapias,  aquellos que fueron silenciados para siempre y dieron sus vida por la libertad de todos. Y ahora que hablamos de libertad. Toda convivencia presupone también un enemigo, alguien que no está conforme  con las ideas establecidas. De ahí el apremio de hacer disminuir la presión que llega del incordiante. Para crear la paz  colectiva lo primero  es respetar a nuestros muertos. No  ponerles  de nuevo frente al  pelotón. 
Quien haya enterrado a su  padre o marido, ochenta y nueve años después de aquello, sabrá  bien lo que  queremos decir. Odiamos la guerra. No la buscamos. Pero un enfrentamiento como   el que este pueblo vivió, merecía cuando  menos otra reconciliación. Gastar hasta el último euro en pólvora y salvas, no dice mucho de un partido de derechas preocupado por los bienes estatológicos al otro  lado de la vida. Pero ¿qué digo tal como está el patio de la corrupción? No parece que les quite el sueño el recuerdo y menos todavía menos la memoria de los muertos.







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