Son pocas las cosas que pueden provocar un ataque de ansiedad al presidente del Gobierno. Y es que es de imaginar que, para ser presidente de una nación hay que tener un temple especial. Mariano Rajoy sin duda lo tiene. ¿Demasiado, quizá?
Sentado plácidamente en el que supongo que será su sofá preferido en el antedespacho de La Moncloa, Rajoy prepara con sus colaboradores su comparecencia como testigo del 'caso Gürtel' el próximo día 26. Es, aseguran, lo único que altera algo -algo- su ritmo vital de lord británico: imagino que va a insistir en que la corrupción política, hoy, es algo que ya no existe como en el pasado, y que algo tendrá que ver su Gobierno en ello. Y eso, pese a que solamente es llamado como testigo. Nada más, pero el clima que se vive hará que esa comparecencia será 'nada menos'.
Bueno, flor de un día, dicen los estrategas de la imagen presidencial. Lo importante es el conjunto de la Legislatura, que todos esperan que se agotará. Y que, al final, puede que la desesperante estrategia emprendida desde siempre por Rajoy al final puede resultar que sea, nuevamente, acertada. Es decir, pensar, como decía Pío Cabanillas, que lo urgente es esperar y que los problemas, cuando están mal gestionados, acaban pudriéndose y a otra cosa.
Y son muchos los indicios que hacen pensar que la gran cuestión que el Estado tiene planteada, la territorial, se va pudriendo. O hacen que se pudra la inepcia y la falta de talento de quienes quieren gestionar la independencia de Cataluña. Supongo que nada proporciona más placer que ver pasar el cadáver de tu enemigo por delante de la puerta de tu casa. Y, tal y como andan las cosas, Rajoy, que ya vio pasar el cuerpo inerte de Artur Mas -y de Pedro Sánchez, aunque ese muerto resucitó contra todo pronóstico-, puede que contemple también los restos políticos de Puigdemont.
Rajoy ve cómo en torno a ese 'procés' y el referéndum del 1 de octubre, se dividen el Govern, el PDeCat, Junts pel Sí; ve cómo se distancia Junqueras de Puigdemont, cómo se resquebrajan los estamentos sociales catalanes, cómo Podemos se divide entre Colau y Pablo Iglesias, cómo el PSC trata de no distanciarse del PSOE, y cómo el PSOE se distancia de sí mismo entre 'sanchistas' y 'susanistas' a cuenta de la plurinacionalidad. Por ver desde su sofá, hasta ve cómo Puig se desgaja de Demont: uno, míster Hyde, dice que se va, el otro, doctor Jekyll, que se queda.
Pero jamás daré la razón a Rajoy en su inmovilismo, ni siquiera aunque acabe teniéndola. Creo que, con las otras fuerzas políticas, habría de tratar de consensuar un plan de actuación. Aunque ¿cuál es el plan de actuación, cuando Pedro Sánchez es incapaz de concretar, ni siquiera en contacto con un gran político como Iceta, en qué consiste su reforma constitucional?
¿Cuál, si Ciudadanos se limita a una posición de perfil más bien bajo? No creo en la podredumbre como solución: hiede. Y esto, lo de Cataluña, como otras tantas cuestiones enquistadas en el cuerpo social de la vieja piel de toro, precisa de pócimas que, al menos, nos lleven a una conllevanza orteguianana, más hecha de zanahoria que de palo.
De momento, valga para lo uno o para lo otro, se ha dado instrucción a diputados y senadores para que estén localizables estas vacaciones, por si el procés y el calor aprietan. A ver si va a resultar que, además de tener razón, más o menos razón, hasta ahora, a Rajoy se le ocurre, además, hacer algo este verano.
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