Ya hacía años que yo no veía una película surrealista de esas donde los buenos hacen de ladrones y los malos de gente decente. Esta semana, con motivo de la investigación en el Congreso, hemos visto el desfile de extesoreros del Partido Popular, y no se puede negar que hemos aprendido bastante. Me ha sorprendido la firmeza con que Naseiro defiendió su postura.
El nunca tuvo dinero en Suiza, y si lo tuvo alguna vez, no lo recuerda. En este plan se hace muy cuesta arriba el trabajo aclaratorio de los investigadores. Se dijo también que en tiempos de Fraga se pedían donaciones en toda España. No pocas veces el trabajo más serio se convierte en algo cercano al humor cuando desconocemos adónde van a parar tantas disquisiciones o preguntas sin respuestas.
En el Congreso de los Diputados se dijeron ayer palabras que aludían a la inutilidad del trabajo investigador como si estuviéramos dirigidos por un clan que obedece más a los intereses del grupo antes que a la moralidad de todos. En este sentido la corrupción política merece capítulo aparte. La corrupción y el paro han estado durante meses intercambiándose el lugar primero de la hegemonía, dependiendo de la urgencia del noticiario. No era cierto que en este país meter la mano en la caja no fuera causa de escándalo.
Ocurría más bien que ciertas clases herederas del franquismo habían perdido la vergüenza aprendida en el colegio concertado. Unos de los espectáculos más dolorosos es ver diariamente, camino de los juzgados. a la mejor sociedad española de otros días. Todo esto hace reir cuando no llorar. Los periodistas que, micrófono en mano, asisten a las excusas de los entrevistados malamente saben disimular una sonrisa irónica. Con todo debemos señalar algún gesto edificante, tal como el de Oriol Pujol asumiendo la pena de cárcel y la multa de 2,5 millones de euros. Más vale eso para el progreso moral de la sociedad que dar explicaciones sarcásticas y que queden fuera de todo viso de arrepentimiento.
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