Quiero pensar que con Susana Díaz o Pachi López al frente del PSOE no habríamos visto al tal Sánchez evidenciando que sus ansias de llegar a la Moncloa son tan, pero tan grandes, que está dispuesto a proponer alianzas y estrategias capaces de traspasar el umbral del sentido común y hasta del decoro. Digo que prefiero pensar que con otra cabeza al frente del PSOE no se vería el espectáculo circense del más absurdo todavía que nos está regalando el plurisocialista Sánchez, pretendiendo gobernar España con quienes pretenden romperla. La última (en su acepción de más reciente) ocurrencia de Pedro el Plurinacional para solucionar la crisis independentista es una quita de la deuda pública contraída por la Generalitat con el Estado. Es decir, que para este genio de la política, la mejor manera de tratar el tema catalán es volver a los privilegios señoriales. Que no paguen los catalanes y que esa deuda corra por cuenta de las demás comunidades. Y eso no sólo no es justo, ni equitativo, sino que además es completamente inútil. ¿Dónde se ha visto que el apaciguamiento preventivo haya servido de algo ante políticos infectados de insensatez? Sánchez puede presentarse cantando la Internacional y exhibir un papelito con su agenda de “soluciones”. Así se parecería todavía más a Neville Chamberlain, el Premier británico que, en 1938, aterrizó en Londres después de la Conferencia de Munich, asegurando que, después de haber cedido en todo ante Hitler, la Alemania nazi no entraría en guerra. Seis días después, en el debate parlamentario en el que Chamberlain defendía la validez de su gestión, desde la oposición, Winston Churchill zanjó el debate con una sentencia que sigue teniendo una estremecedora vigencia: “Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra. Elegisteis el deshonor… y ahora tendréis la guerra”. Pues salvando las distancias y los tiempos, así estamos.
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