Coincidiendo con la presentación del Plan Estratégico “urbi et orbi” para el futuro de Almería nos encontramos con algunos signos poco tranquilizadores para el futuro de la capital. Como es sabido, uno de los argumentos para el desarrollo comercial y turístico pasa por el proyecto Puerto-Ciudad. Esta iniciativa, a imagen de lo realizado en Málaga, Santander… o lo que se vaya antojando como arquetipo, se centra en un desarrollo armónico de la dársena portuaria imbricándola social y comercialmente con la ciudad, pero sin perder las actividades industriales propias de un puerto comercial y, por otro lado, sin renunciar a la comunicación ferroviaria con el puerto como argumento potenciador de las actuales actividades industriales, y acicate para incrementarlas en un futuro inmediato con el recordado mineral de Minas de Alquife, granel a la intemperie… y otras actividades molestas e insalubres que colisionan con la pretendida simbiosis del pretencioso proyecto.
En los prolegómenos del “Plan Estratégico” observamos un retrato desazonador del puerto con la llegada de otra descomunal plataforma petrolera y el Cable Inglés en orfandad por ausencia de propietario.
Aún no se han aclarado los motivos de la larga presencia de la plataforma Scarabeo III que prolongó su estancia en Almería ante la pretensión proceder a su desguace; por cierto, autorizado por la Autoridad Portuaria almeriense, y posteriormente desautorizado por la Junta de Andalucía al no existir garantías medioambientales para esta compleja y contaminante operación. Ahora, cuando aún continúa la remanencia óptica de esa mole sobresaliendo en el “skyline” portuario, aparece otra, más grande e impactante, para una prolongada estancia de seis meses. La pregunta es si el puerto de Almería, lejos de “civilizar” su actividad como atractivo turístico con actividades culturales, ocio, comercio… se va a consolidar como centro de operaciones de mantenimiento de este tipo de mega estructuras tan distorsionantes para lo que se pretende como Puerto-Ciudad.
Desconozco los motivos estratégicos y económicos que hacen de Almería objetivo para la arribada de la plataforma petrolera Odn Tay IV que ya se ha hecho con la nueva e impactante estampa de la ciudad, pero supongo que a Autoridad Portuaria le interesará que Almería sea el lugar ideal para esta lucrativa estancia portuaria; como también es de su interés mantener montañas de granel a la intemperie y la irracional ubicación de la Terminal Marítima que hace imposible la conectividad entre el puerto y la ciudad. Desaparecido el “Toblerone”, la plataforma petrolífera viene a animar el herrumbroso paisaje portuario que tenemos por acostumbrado castigo. Y si éramos pocos, el Cable Inglés se disputa -más bien todos huyen- su legal propietario.
Aún recuerdo aquel día (2001) en el que el primer teniente de alcalde, Pérez Navas y la delegada de Cultura, Mabel Salinas, se fotografiaron bajo los arcos del “Monumento” declarado Bien de Interés Cultural (BIC) por la Junta de Andalucía. Previamente, la consejera de Cultura, Carmen Clavo, cursó arriesgada y excitante visita al Cable Inglés caminando por la peligrosa plataforma superior calzada con unos inapropiados mules y asida al brazo de Juan Callejón que la conducía entre vías férreas y tablazón en franca ruina y visible canguelo.
Ahora el Cable Inglés, apropiado por la Junta Andalucía por el “artículo treinta y tres”, no tiene ni padre ni madre. La Junta ya le sacó partido con la inútil declaración BIC y la fiesta aniversario de Canal Sur para la que -sin ser de su propiedad- instaló iluminación artística, renovó toda la tablazón… y le prendió fuego con unos magníficos fuegos artificiales. Esas son las cosas que mejor le salen a la Junta, junto al desprecio para la real rehabilitación, uso y disfrute de otra desgracia declarada BIC en Almería.
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