Un país necesita gobiernos fuertes, sólidos, unidos, capaces de tomar medidas en beneficio del conjunto de los ciudadanos o que sean capaces de llegar a acuerdos cuando no hay mayorías absolutas, que no siempre son buenas aunque faciliten la tarea de gobernar.
Pero también se necesitan partidos de alternativa que sean consecuentes, que estén unidos, que propongan y acepten pactos para construir un país mejor, que tengan claros sus objetivos, que gobiernen sus propias discrepancias y que, pase lo que pase, defiendan las instituciones.
Y, también, que no ejerzan la oposición con el único fin de echar del poder a los que gobiernan sino para construir un programa de gobierno real. En la oposición es más fácil agitar la demagogia que proponer ideas, pero los partidos que hacen eso, acaban hundiéndose en su propia ineficacia. Lo estamos viendo. No tenemos demasiada experiencia de pactos, pero cuando los hemos hecho, como los de la Moncloa o contra la violencia de género, el país crece y la política se dignifica.
¿Tenemos partidos de gobierno en España? El Partido Popular, que gobierna hoy, no ha resuelto su problema con la corrupción y los demás no andan mucho mejor. Este fin de semana, en Andalucía se clausuró el congreso del PSOE andaluz y se mostraba de nuevo la fractura nuclear entre la dirección andaluza y las líneas que marca Pedro Sánchez, entre otras cosas en un tema esencial como es la definición del Estado. Los votantes del PSOE prefieren una alianza con Albert Rivera, pero Pedro Sánchez y su equipo las quieren con Iglesias. Es difícil avanzar como partido si las discrepancias afectan al núcleo esencial de un país y a las alianzas básicas.
Mientras tanto, en Cantabria, la vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra, decía que “el PSOE tiene a todos los demás partidos enfrente (derecha e izquierda) porque saben que somos la única opción real de gobierno” y que, además, “nos tenemos que enfrentar con una Brunete mediática y política que sustituye verdad por mentiras”.
La falta de autocrítica en todos los partidos, del que gobierna y de los que están en la oposición, y las falsas verdades manejadas con impunidad e inmundicia por casi todos, descalifica a aquellos que aspiran a gobernar. Basta escuchar a Pedro Sánchez para darse cuenta de cómo se puede prometer la solución de todos los males de este país sin una sola propuesta real de cómo hacerlo.
Lo mismo sucede en partidos como Podemos, agrietado en muchos territorios españoles porque es una amalgama unida sólo por circunstancias históricas y por errores políticos de otros, que reproduce los viejos vicios de la política con enorme rapidez y que solo aguanta por la autoritaria dirección nacional de Pablo Iglesias. Ciudadanos también sufre la misma crisis por el aluvión de adhesiones sin proyecto común y con enfrentamiento entre líderes locales y deserciones o expulsiones. No quiero insistir con Cataluña, donde la obsesión y la ceguera de muchos y el papel decisivo de una minoritaria y atrabiliaria CUP, acabará haciendo pagar un altísimo precio a todos los ciudadanos de Cataluña y del resto de España.
Ser partido de gobierno significa mucho más que presentarse a unas elecciones y que tus votos sean necesarios para gobernar. Los ciudadanos debemos ser más exigentes con nuestros representantes. Con todos, los hayamos votado o no, gobiernen o sean oposición. Porque todo ese conjunto nos representa, queramos o no.
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