El turismo es un gran invento pero se lo están cargando

A. R. Mendizábal
01:00 • 05 ago. 2017

El co­mi­sario de Seguridad de la UE, Julian King, lo pudo decir más corto pero no más claro: “Tiene todo el sen­tido ins­pec­cionar a los via­jeros y com­probar sus datos en las bases de datos an­ti­te­rro­ristas y po­li­ciales eu­ro­peas. En esas bases de datos hay más de 8.000 com­ba­tientes ex­tran­jeros iden­ti­fi­ca­dos, y más de 70 mi­llones de per­so­nas, cri­mi­nales o por al­guna otra ra­zón, además de ob­jetos per­didos o pa­sa­portes ro­ba­dos. Comprobar todo sis­te­má­ti­ca­mente nos man­tiene a todos más se­gu­ros”.
Con esos argumento, King salió al paso la semana pasada del caos en un buen puñado de aeropuertos europeos en el inicio de las vacaciones de agosto. En especial, las largas colas de hasta cuatro horas para pasar el control de seguridad afectan estos días a: Palma de Mallorca, Málaga, París, Lyon, Bruselas, Lisboa y Milán.


Barcelona Es la lista preparada por el lobby aeronáutico Airlines 4 Europe (A4E), aunque se dejaron El Prat barcelonés, entre otros. La huelga del personal de seguridad de Eulen tiene a los visitantes de la Ciudad Condal desesperados, tanto para salir como para entrar. De hecho, ha habido aviones desde el fin de semana que salían medio vacíos por la tardanza en realizarse los trámites.
Excepto en este u otros casos de disputas laborales, el resto de aeropuertos y policías en los países europeos podían haber tomado medidas con tiempo de sobra para cumplir la nueva regulación que entró en vigor el 7 de abril. Dos años desde que primero se vio la necesidad de adoptar más medidas de seguridad tras el atentado en París de 2015. Julian King también se lo ha echado en cara a los responsables: “Las autoridades aduaneras nacionales y las de los aeropuertos han tenido cantidad de tiempo para preparse”.
Pero los medios de comunicación echan chispas. Sobre todo los británicos, porque sus conciudadanos son los más perjudicados por la seguridad reforzada. Al no estar en el espacio Schengen, los controles son necesariamente más premiosos. Y son los que más veraneantes generan. Hasta 18 millones hacia España, por ejemplo, casi 25 de cada cien turistas que llegan a España.
Así titularon el pasado jueves algunos medios: “Caos en los aeropuertos: aumenta el enfado con la acusación de las aerolíneas a los ministros de que han ignorado las advertencias sobre medidas extra de seguridad en la UE” (The Daily Telegraph). “Las aerolíneas avisan de un verano de caos para los veraneantes mientras continúan las colas en los controles de pasaportes” (The I). “Las demoras en el control de pasaportes en la UE son un anticipo de lo que le espera a los británicos con el Brexit” (The New Statesman).
Pero no es el único problema que amenaza con desestabilizar una industria como la turística, que genera directamente el 11,2% del PIB español y hasta el 6% por extensión. Y que crea 2,8 millones de empleos, aunque muchos sean temporales, estacionales. El segundo gran problema es que la masificación turística está generando tensiones con los residentes en ciudades turísticas de toda la vida.


Turismo  Como Venecia, sin ir más lejos. The New York Times acaba de colgar en su web un reportaje calentito que sí que lo dice todo en pocas palabras: “Invadida por los turistas, Venecia corre el riesgo de convertirse en la Disneylandia de los Mares”. Más datos: “Las autoridades italianas temen que la famosa ciudad flotante se está hundiendo más por el ‘turismo de baja calidad’ que está haciendo inaguantable la vida de los residentes”.
Lo mismo se puede decir, y se dice, de París, de Roma, de Palma, de Ibiza, de Barcelona… En muchos sitios se han puesto en marcha tasas por pernoctación. O se ha limitado el número de visitantes diarios a los monumentos (como en la Alhambra de Granada desde hace muchos años). O se han endurecido las sanciones para ese turismo de baratillo que no sólo es low cost sino que parce no saber hacer otra cosa que hacer el gamberro, emborracharse y molestar a los demás.
Hay una tercera tendencia, inquietante y preocupante, que se está instalando en especial en España. También lo empiezan a contar los medios internacionales. Como Der Spiegel que ni siquiera tiene que escribirlo en alemán, sino que utiliza una expresión inglesa bien conocida en España: “Protestas en España: ‘Tourists Go Home!”. Es el titular de un reportaje sobre la ‘turismofobia’, con relatos personales de algunos damnificados por el ataque al autobús hace días, o a las bicis, o a los yates y restaurantes en Barcelona y Mallorca.
El Daily Express grita con fuerza, como es habitual en ese tabloide: “Vea el estremecedor momento en que unos activistas antituristas la toman contra un autobús de turistas británicos”. Y lo acompaña con el vídeo de la machada. Otro medio europeo inicialmente sueco y ahora establecido en otros muchos países, The Local, tampoco se modera: “Los anarquistas apuntan a los sitios turísticos con mayor ocupación de España”.




Convivencia Y explica el porqué: “Barcelona ha sido desde hace mucho tiempo el punto central en la batalla de los residentes contra los turistas a medida que la capital catalana se iba popularizando más y más. Desde que organizó los JJOO en 1992, se ha convertido rápidamente en la tercera ciudad más visitada de Europa, tras París y Londres’.
Y por supuesto, The Local también identifica a los ‘héroes’ de los actos vandálicos de la ‘turismofobia’: ‘Los responsables se identifican como pertenecientes a un grupo llamado Arran, el ala juvenil del partido radical CUP, socio de la coalición pro-independentista que gobierna Cataluña’. Es la cuarta razón de por qué el turismo está en peligro: el ‘procés’.






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