A veces nos dejamos llevar por nuestros buenos deseos y hacemos una interpretación de la realidad a la medida de los mismos. Pudiera ser el caso de la pequeña revolución ideal que tenía lugar tras los atentados del 17 de agosto en Cataluña. A mí me sucedió también, como a toda la buena gente que piensa más en el bien de todos que en el provecho político de algunos.
Enseguida reaparecen las tendencias dominantes aunque sea un tanto aplacadas por los graves momentos sufridos por la casi totalidad de los españoles. Lo que sí digo es que eso ha sucedido demasiado pronto, como vemos ahora mismo con la historia de las leyes de transición catalanas y con la reavivación de los agrios debates en torno al independentismo. Lo que hay que pedir a todos es un cambio de actitud y un acercamiento de posiciones que nos alejen de los dramas que a nada conducen. La comparencia de Mariano Rajoy el miércoles en el Parlamento para responder de la corrupción del PP marca uno de los momentos más significativos del año político, y ello a pesar de que el PP y su presidente nos tienen demasiado acostubrados a escaparse por la tangente. Ese es uno de nuestros más graves problemas, ocultado siempre por algo, en este caso por el debate del independentismo. Parece como si alguien se ocupara de tejer magistralmente esa tela perversa que conduce a la oscura conclusión de que todo vale o coadyuva al ocultamiento o al disimulo de esa corrupción infinita. Parece que así se pretende que muchos millones de españoles pasen de puntillas por encima del problema de la corrupción.
Ahora voy a cometer la ingenuidad de hacer una nueva llamada a todos los partidos para que reflexionen sobre todo lo que se avecina y para que den el paso de una vez de ponerse con decisión a servir los intereses de la ciudadanía, que para eso han sido elegidos y esa es la única razón de su existencia. Eso va por la derecha, por el centro y por la izquierda. La llamada podría ser extensible a los medios informativos, que participan ampliamente de aquella responsabilidad y que han de asumirla también. No vale luego echarse las culpas unos a otros y someter a esta España a un nuevo engaño.
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