Cuentan que mientras los turcos asediaban Constantinopla en 1453, los sabios bizantinos estaban más preocupados por dilucidar el sexo de los ángeles que por ver el modo de contener la invasión de su ciudad. No he podido evitar recordar el conocido ejemplo de musarañismo histórico al ver que sus Señorías han dedicado su reentré parlamentaria al monotema de la corrupción en el PP. Como eje argumental de la iniciativa, Pablo Iglesias ha señalado que la corrupción de los populares es el principal factor de riesgo que tiene en la actualidad nuestra democracia. Habrá quien le crea y todo, pero nuestra democracia ha salido indemne de las Filesas, los ERES y los Cursos de Formación del PSOE, lo cual viene a explicar bien la resistencia genética del sistema al virus que ha infectado a todos los partidos con mando en plaza.
Pero al margen de que la Justicia se esté ocupando ya de esclarecer un asunto que está poniendo tras las rejas a un buen número de golfos, a lo mejor convendría pensar si el Parlamento prioriza como debe la agenda de nuestros diputados. Y es verdad que nosotros no tenemos a los turcos pegando cañonazos en la puerta de casa, pero vamos como locos sembrando de bolardos las avenidas porque no sabemos ni cuándo, ni dónde, volverán a hacer de las suyas esos islamistas inadaptados a cuyos familiares debemos compadecer y abrazar después de haber cometido alguna perrería. Llámenme loco, pero creo que eso es más inquietante que saber (que al final nos lo dirán los jueces) si alguien cobró de más o robó de menos. Tan inquietante como ver el modo de minimizar daños en la colisión institucional que unos desequilibrados están planificando en Cataluña. Es decir, que con una amenaza terrorista latente y un golpe de Estado a cámara lenta, el Congreso se entretiene viendo si Rajoy pillaba o no sobres. ¡Están locos estos bizantinos!
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