¿Qué sería de la sociedad sin maestros?

Pedro Mena Enciso
22:42 • 11 sept. 2017

Ayer comenzaba un nuevo curso en Infantil y Primaria y la próxima semana se iniciarán también las clases en los demás niveles educativos. Un año más tenemos la dificultad del escaso apoyo de un Administración dedicada a disputas demagógicas e incapaz de llegar a un verdadero Pacto Educativo que ponga por encima de todo los intereses de nuestros alumnos y alumnas. 
Necesitamos un gran acuerdo estatal que vertebre y unifique tanta diversidad autonómica. Hoy, sin embargo, vamos a centrar nuestro artículo en hacer una reflexión sobre la importancia de la figura del maestro como motor fundamental de la educación.
Efectivamente todos lo sabemos e incluso lo decimos pero, en la práctica, ¿es reconocida la labor educativa? ¿Se sienten realmente apoyados los profesores por las familias y la opinión pública? ¿Damos importancia a la autoridad en la Escuela y respetamos las decisiones y juicios de sus responsables? Podríamos continuar con otros muchos interrogantes que nos llevarían a concluir que la sociedad no valora a sus maestros, mis compañeros, como ellos se merecen. El auténtico docente tiene una ética y vuelca su vida para dedicarla a los demás y esto merece una alta consideración. Nuestros alumnos, los hombres y mujeres del futuro, deben tener presente estas consideraciones y hay que decírselo en casa, a través de los medios de comunicación y de la publicidad porque, caso contrario, estaremos construyendo una sociedad sin escrúpulos, sin valores ni normas donde todo está bien y lo único que importa es acumular riqueza e idolatrar el cuerpo. 
Ha llegado la hora de buscar entre todos unas normas claras, unas reglas del juego que se exijan con firmeza a los niños y jóvenes. Ellos tienen que saber en todo momento hasta dónde pueden llegar y respetar a sus padres y profesores porque son su obligado marco de referencia moral y real. Recuperar la educación, la elegancia en el trato, la riqueza de vocabulario, enseñar a los chavales que todas las personas merecen un respeto y que hay que ayudar y entregarse de una manera especial con los compañeros más necesitados de afecto porque de una depresión (tan consustancial a nuestro tiempo) no se puede salir sin el apoyo de los demás, sin ser reconocidos por los que nos rodean. Por todo esto decimos que es necesario devolver el prestigio y la autoridad al maestro. Los profesionales de la educación tenemos que equilibrar transmitiendo virtudes en lo público y en lo privado, profundizando, valorando el silencio, enseñando a valorarse también como personas, a quererse y querer a los demás, a cultivar el espíritu y recuperar la dignidad y la personalidad. ¡Cuidemos a los maestros! 


 







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