Hay días que a uno le cuesta entender a qué juegan algunos dirigentes políticos.
Visto como está el patio, desde el punto de vista político, no era el momento procesal oportuno pero el exceso de afán mediático de Albert Rivera, líder de Ciudadanos, ha dado al traste con el mejor activo del bloque que forman los partidos constitucionalistas: la unidad.
Rivera había presentado una Proposición no de Ley para apoyar al Gobierno en las medidas que está tomando para frenar el referéndum que pretende celebrar Carles Puigdemont pese a la prohibición del Tribunal Constitucional. A la postre, la iniciativa se convirtió en una trampa que dio paso a una derrota que deja al descubierto la fragilidad política del momento.
La propuesta de Ciudadanos solo ha conseguido sumar los votos del PP. El PSOE votó en contra y la iniciativa fue tumbada por 166 votos contra 158. El PSOE justifica la negativa a reafirmar el apoyo al Gobierno en que Rivera se había negado a introducir dos enmiendas. Una requería “apoyo y amparo a todos los alcaldes que mantienen con firmeza la defensa de la legalidad constitucional”.
La otra, abrir “un espacio de diálogo para buscar una salida pactada y legal que permita desterrar la división y reforzar la convivencia de todas las sensibilidades de nuestro país”. Rivera no las aceptó y la respuesta de los socialistas (a mi juicio, equivocada) fue un rebote: votar en contra.
El resultado: un regalo para los secesionistas. Al final del debate, una diputada socialista, Soraya Rodríguez que votó a favor, explicó que “no podía votar que no con la que estaba cayendo, con el golpe a la democracia”. Menos mal que todavía hay quien piensa en ése partido. Por lo demás, como decía, cada día cuesta más entender a ciertos políticos sus torpezas y su inconsistencia. Desde luego cuesta entender este inopinado regalo a los separatistas.
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