En Cataluña gira la ruleta a tal velocidad que me es imposible intuir, siquiera, en qué número caerá la bola: qué va a pasar.
El viernes escribí “hay que ganar la guerra” y me definí como partidario de aplicar la mayoría de los instrumentos que brinda la Constitución para restablecer la legalidad. Me reafirmo: no cabe dialogar con delincuentes emperrados en lo que la Constitución prohíbe, sino ponerlos a disposición de la justicia.
Sin embargo, hoy, esa guerra tal vez se esté ganando por otros medios: la asfixia económica -a la que, con certeza, no son ajenas La Moncloa ni La Zarzuela- con la huida de emblemáticas empresas catalanas –La Caixa, Banco de Sabadell, Gas Natural, Aguas de Barcelona; ¿se vendrá CIRSA a Almería?- que han trasladado su domicilio social a otros lugares de España, seguros, para seguir en Europa y no en un país tercero. Lo decía Eliot: “los hombres no soportan demasiada realidad” Es, sin duda, un duro despertar de la ensoñación comprobar que la pela es la pela. ¡Se les ha venido el aparejo a la barriga!
Y, claro, de aquel desgañitado Artur Mar vociferando, en 2014, que La Caixa y Banco de Sabadell no se irían de Cataluña porque no son hijas de la caridad ni hermanitas de los pobres, y tienen allí su mercado; y de Junqueras, este jueves, que “no habrá huida de empresas”, hemos pasado a la desbandada creciente; y al Consejero de Empresas, Javi Vila, pidiendo serenidad, “una especie de tregua y de alto el fuego”; y a Puigdemont y Junqueras llamando a la mediación y al diálogo... Y a Artur Mar –el iniciador del pandemónium- reconociendo que “Cataluña no está preparada para una independencia real”. Y al melifluo Ministro portavoz llamando a Puigdemont a la legalidad “y dentro de esa legalidad podemos hablar y podemos dialogar” ¿Con los rebeldes delincuentes? Nunca España habría caído tan bajo en su dignidad.
¿Qué va a pasar?
Me temo que han entrado en juego los fontaneros. Y me lo temo y no lo celebro porque en función de las barbaridades vividas, debería haber vencedores –los constitucionalistas, el Estado español- y vencidos: los independentistas rebeldes.
La CUP, la ANC y Onmium –antisistema y anticapitalistas-, sin duda, no admitirán que en el Pleno del martes no se declare la independencia. Puigdemont les vendió el alma y es su prisionero. Si se evade, la guerrilla urbana está servida, y puede ser pintoresco que el Presidente sea depuesto por sus aliados. ¿Cómo reaccionaría la ciudadanía?
Porque ya ha quedado muy claro que las imágenes, algunas falseadas, del día 1 –por cierto: debe ser cesado el Delegado del Gobierno que ha pedido disculpas por haber defendido la legalidad- han sido percibidas como propaganda: el mundo y las instituciones creen más a los bancos, a las empresas, al dinero.
Y como es probable que las imágenes de esa guerrilla urbana –si se produce, incluso en la manifestación de hoy- sean muy duras, hablando con un amigo sobre las del 1-O nos acordamos de las del Mayo del 68 francés… y sus consecuencias. (Los más jóvenes, pueden ver abundantes imágenes en internet)
Los estudiantes, los anarquistas –el equivalente a los actuales antisistema-, los Sindicatos y el Partido comunista levantaron las calles para arrojar los adoquines a la Policía, que cargó muy duramente -hubo un estudiante muerto- y declararon una huelga general salvaje, para protestar contra la sociedad de consumo y la descentralización del Estado, al grito de “Seamos realistas, pidamos lo imposible”.
El Presidente De Gaulle desapareció misteriosamente unos días –lo creyeron dimitido- y reapareció para disolver la Asamblea y convocar elecciones previa ilegalización de los grupúsculos de extrema izquierda, detención de sus líderes y amnistía a cincuenta célebres militares golpistas.
¿El resultado? Que el partido gaullista amentó sus votos hasta el 38%, y 293 diputados; el Comunista, bajó de 73 a 34, y el Partido socialista, liderado por Mitterrand –que siempre se mostró ambiguo, como Pedro Sánchez ahora, equidistante sinuoso, al igual que el PSC e Iceta, que no asistirá a la manifestación de hoy pero invita a ir a título personal- se estrelló: perdió el 50% de sus diputados, bajando de 121 a 61. Tardó doce años en ser Presidente.
La historia se repite cíclicamente.
Reitero: cuando se olvida la fuerza de la razón hay que imponer la razón por la fuerza. El Estado de Derecho exige que impere el Derecho, la legalidad, y se aparte a quienes lo violan. Lo dijo El Guerra: lo que no puede ser no puede ser y, además, es imposible.
... Y se ha muerto Victorino Martín, creador de casta y bravura.
Ganó Sánchez Teruel. En las primarias del PSOE almeriense ha sido reelegido como Secretario General José L. Sánchez Teruel, susanista. ¿Lo extraño? Que le disputase la Secretaría el también susanista J. Carlos Pérez Navas, Secretario de Organización, que contaba con las grandes agrupaciones. Dice el sabio Juan Torrijos que fue para dividir el voto del sanchismo, encarnado por Antonio López Olmo. Si es así, la jugada les salió perfecta... a costa de dividir el Partido. Los sanchistas han perdido en las ocho provincias andaluzas.
El museo de Pérez Siquier. Le debo a Carlos Pérez Siquier mi pasión por la fotografía. Fue mi ídolo de joven, y quien me hizo descubrir a los grandes Maestros -Cartier Bresson, Ramón Masats, Oriol Maspons, Cualladó, Ubiña, Terré…- y premió algunas fotos mías y publicó otras en los Anuarios que dirigía. Mi gratitud, pues, es tan grande como mi admiración. Ver su obra colgada para siempre en su Museo vivo es, para mí, alegría; para Almería, orgullo; para Olula del Río, prestigio.
Y lo mejor: Carlos jamás se ha endiosado. Y somos amigos.
Vuelvo a la carga. Hace días hablaba con Rafael Esteban, concejal almeriense, en la puerta de la Librería Picasso. Antes de entrar, tiré a colilla al suelo. Me regañó amablemente. Le pregunté: ¿dónde la tiro si, como las papeleras no tienen cenicero, le pego fuego a todo?
He perdido la cuenta de las veces que he denunciado que los ciudadanos que quieren ser ejemplares se convierten en pirómanos.
¿Tanto cuesta poner ceniceros en las papeleras, como en el resto de las ciudades? El Ayuntamiento no me hace caso, pero no desmayo.
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