Esta semana en la que estamos y las que la han precedido han sido un cúmulo de predicciones tristemente acaecidas. Han dejado ver, por parte de distintos partidos políticos, una falta de claridad y firmeza en la toma de posiciones y decisiones; y por parte del Gobierno, una ausencia de previsión de escenarios e ineficaz gestión de los resultantes.
La antes llamada cuestión catalana, que pasó a ser desafío soberanista para luego convertirse en una amenaza secesionista y que hoy ya podemos llamar sin pudor, golpe de estado a nuestra democracia, a la de todos los españoles, no solo a la de los catalanes, era una crónica predecible.
Desde Ciudadanos, partido que nació para albergar a aquellos catalanes que querían seguir siendo españoles y no se sentían representados por aquellos otros partidos que, precisamente, habían intercambiado prebendas con los nacionalistas, venía advirtiendo lo que iba ocurrir, tiempo atrás.
De igual forma que estos años pasados, desde su constitución como partido político en el año 2006, denunciaba lo que en Cataluña estaba ocurriendo, con adoctrinamientos que los demás nunca han querido ver. Del mismo modo, desde que comenzó este ataque contra el orden constitucional, en Ciudadanos advertimos que la única forma de luchar contra un atentado a la democracia era con más democracia y con las propias herramientas que nos da nuestro orden constitucional. Consecuencia de ello, era la inevitable aplicación del 155 de nuestra Carta Magna, con el fin de convocar elecciones y dar la voz a los ciudadanos catalanes en un acto legal y garantista, con urnas auténticas, censo real y una sindicatura electoral válidamente constituida y por supuesto dentro del marco normativo establecido, no inventado “ad hoc”.
Es necesario un nuevo Parlament, donde no se silencie a la oposición y los representantes libremente elegidos puedan hacer su trabajo y un nuevo Gobierno que sea capaz de velar por los intereses y defender los derechos de todos los catalanes en cuestiones tan vitales como educación, sanidad, justicia, políticas sociales o lucha contra la corrupción y regeneración democrática….porque en Cataluña, también como en el resto de comunidades autónomas de España, existen cuestiones que solucionar y que afectan a la vida diaria de todos los catalanes, más allá de los que solo piensan en romper España.
La sociedad catalana se ha fragmentado asestándole una herida, no de muerte, pero sí crítica. Esa afección será y es, sin lugar a dudas, la cuestión que más precisión reparadora requiera en el futuro inmediato y para ello hace falta una buena cirujana.
Y hablo en femenino, porque obviamente no es ningún secreto quien considero que pueda ser la presidenta de todos los catalanes porque sobradamente está demostrando su capacidad para ello, mi compañera Inés Arrimadas.
Cataluña es España, una España diversa y plural, con comunidades distintas que accedieron a su autonomía por las vías que articulaba nuestra constitución y a la que Andalucía quiso acceder por la vía del 151 de nuestra Ley Suprema, como comunidad histórica, igual que Cataluña, País Vasco o Galicia. Andalucía siempre ha sido y querido ser España por más que algunos -en alardes eruditos y con total interpretación errónea, no solo de la historia sino del propio sentir del pueblo andaluz- pretendan argumentar lo que les convengan para asimilar la situación catalana actual, con la vivida en esta tierra.
No estamos viviendo ahora en España momentos para devaneos, imprecisiones o interpretaciones sesgadas. Ahora, como ya veníamos diciendo, toca actuar con decisión frente a los que quieren romper España y eso es lo que hay que esperar de los poderes públicos.
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