Suele repetirse con frecuencia que los catalanes más independentistas son los nacidos fuera de Cataluña y sus descendientes. No conozco ningún estudio que haya llegado a esa conclusión, y si lo hay, no creo que esa fuera la realidad. Se calcula que en Cataluña viven algo más de un millón de andaluces, si entendemos también como tales a sus descendientes en primer grado. En torno a cien mil son almerienses. Todos ellos son andaluces y son catalanes. Así se sienten ellos, así los sentimos nosotros y así lo ha sentido siempre el pueblo de Cataluña. Por eso tienen razón cuando se quejan de que no hay derecho a que nadie les prive de esa doble patria, la andaluza y la catalana, además de las que les correspondan como ciudadanos españoles, europeos y hasta universales.
Quienes residimos en lugares que han sido origen de oleadas de emigración hacia tierras catalanas tenemos la suerte de poder reencontrarnos con frecuencia con paisanos nuestros que viven en Cataluña. Especialmente en Navidad y en verano la mayoría de los pueblos de Almería, y de toda Andalucía, acoge con agrado a estas personas que vienen al reencuentro con su familia y con la tierra donde nacieron ellos o sus antepasados. No hace falta basarse en estudios demoscópicos para comprobar cómo estos amigos y conocidos han venido esta vez con la preocupación derivada del proceso soberanista.
El mundo independentista catalán es tan amplio que incluye a personas de todas las procedencias. También de Andalucía, y de Almería, no hay por qué negarlo. Pero son una minoría los paisanos nuestros que piensan así. Cuando los medios de comunicación encuentran personas de estas características normalmente suelen resaltarlo. La independencia y el soberanismo tienen mucho que ver con la insolidaridad, y particularmente con la insolidaridad económica. A los almerienses y a los andaluces se nos puede calificar de muchas formas. Pero no de insolidarios. No es esa nuestra filosofía de vida.
Mientras me documento para escribir este artículo me encuentro en ‘El Mundo’ precisamente con una de esas personas que han perdido la perspectiva de la solidaridad con sus orígenes. Se llama Antonio Ferri Martínez. Sus padres emigraron en los 60 desde Almería. Apoya la independencia y su deseo es que Cataluña rompa los lazos con España. “No se reconoce que aportamos más dinero que los demás. Yo digo que primero nosotros, después el resto”, señala. De verdad, que es una pena. Añade el periódico: “Casado con una catalana de origen gallego con la que tiene dos hijas, la familia al completo formó parte de la multitudinaria V humana que recorrió las dos principales arterias de Barcelona la pasada Diada”. Creo que es injusto afirmar que este tipo de personas padecen el mal llamado “síndrome del charnego”. Las razones de su ideología pueden ser muchas. Pero sí nos alegramos de que sean una excepción.
Quiero tener hoy un momento de recuerdo para estos paisanos nuestros que lo han pasado tan mal estos días. Unos fanáticos egoístas han querido robarles una parte de su vida. Todos deseamos que lo pasado haya sido una pesadilla. Cataluña siempre ha sido una comunidad abierta, plural y progresista. Que nunca más nadie intente reducir su universalidad estableciendo fronteras o deshaciendo solidaridades.
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