Los ciudadanos catalanes quieren elecciones. Las tendrán el 21 de diciembre. Libres y sin trampas, sin urnas oscuras, con todas las garantías. Hablarán los catalanes, todos los catalanes, no sólo los independentistas. Y sabremos lo que de verdad quieren. Las encuestas publicadas este domingo por varios periódicos señalan que los partidarios de la independencia apenas suponen el cuarenta por ciento. Seguramente serán menos si en estos días, los partidos constitucionalistas, unidos en la defensa de la ley, los catalanes que se sienten españoles y el Gobierno de la nación explican a todos los catalanes, puerta a puerta, barrio a barrio, pueblo a pueblo, la verdad de la situación de este momento tan peligroso y duro y las mentiras que les han vendido en las escuelas, en los medios de comunicación oficiales y sobre todo por los políticos independentistas que se han atribuido falsamente la voz de todos los catalanes.
Sir Nicholas Barr, profesor de la London School of Economics decía que “el Brexit es una idea indeseable para mi país, que surgió de la agregación de millones de sentimientos individuales de pertenencia que sólo se satisfacían a sí mismos, pero que hoy comprobamos que dañaban a la comunidad. En cualquier sociedad hay grupos que se sienten maltratados: pobres que notan que la globalización les perjudica o ricos que quieren pagar menos impuestos”. A Cataluña vuelve ahora el imperio de la ley, de la Justicia y de la democracia. El Gobierno tiene la obligación de aplicar la ley con el máximo rigor y con el máximo respeto para devolver a todos los catalanes lo que los políticos separatistas han secuestrado a su beneficio: las Administraciones, públicas, medios de comunicación, escuelas, lengua y cultura. Cataluña necesita un Gobierno que apueste por la convivencia y no por la exclusión de los que no piensan como ellos. Para hacer frente a los profetas iluminados, sin legitimidad, sin votos, sin mandato popular, que han estado a punto de hundir Cataluña, debe llegar el tiempo de la palabra. El poder de las palabras es enorme. Hay que hablar para renovar el proyecto español, con todos dentro. Acercarse a los nacionalistas moderados, tienen que hablar, incluso, con los independentistas de buena fe a los que han querido llevar al desastre. Todos los ciudadanos catalanes tienen derecho a saber la verdad.
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