Hace unas semanas se izaba por primera vez en Benitagla la bandera de nuestra provincia, liderada por Gabriel Amat y la diputación provincial. Si ya tenía problemas con todas las que tengo que colgar en la semana, la nueva viene pidiendo su hueco y su día. ¡Estos políticos sólo me crean conflictos! El lunes el balcón está reservado para el deporte, si gana el Barça le toca, lo dice el nieto, si gana el Madrid toca la blanca, lo dice la niña, si lo hace el Almería el yerno y si ganan los periquitos me impongo. Los lunes son duros de pelar y tenemos al balcón hasta las narices, y con razón. El martes es más cómodo, la local, que es verano, la de Aguadulce o Alhama, que estamos en invierno, la de la capital. Al balcón se le nota más descansado, no ha tenido estrés con las peleas de la familia. El miércoles habrá que dedicarlo ahora a la de la provincia, no es cosa de dejarla sola y abandonada, “pobreta ella”, tan pequeñica, tan recién nacida como está. Hasta al balcón se ha puesto tierno al verla entre pañales. Desde una habitación del fondo sale una voz que dice: Otra tontería de los políticos. El jueves hay que pintar el balcón de verde y blanco con la enseña de Andalucía. En este caso surge alguna duda en el colectivo del balcón, hay quien se siente muy andaluz, otro menos y algunos ni eso ni lo otro. Y la bronca la paga el balcón, que no tiene ninguna culpa. Al final se impone lo políticamente correcto, y el jueves se iza la andaluza por no molestar a un vecino que vive de la Junta de Sevilla y que vigila con celo el día que le toca a su bandera pender de mi balcón. El viernes tenemos la misma con la roja y gualda. En esta casa mía hay los que la quieren con locura, otros que ni en pintura y luego están los que pasan de ella olímpicamente. Pero en el balcón luce la bandera roja y gualda, es su día. Tengo hasta un miembro que no puede decir España, asegura que le salen granos, el viernes se marcha de casa bien temprano y no vuelve hasta el sábado. El sábado no se descansa, pero casi, llega el momento de la azul y estrellada de Europa. Esta no levanta ampollas entre la familia, está ahí, no se sabe muy bien por qué y hasta al balcón parece caerle bien.
¿Y el domingo? El domingo comemos todos juntos (me toca hacer la paella) sin bandera en el balcón, felices y contentos. ¡Ay, las banderas!
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