Hace 40 años, Josep Tarradellas regresó a España después de padecer un largo exilio y se convirtió en el presidente de una Generalitat recuperada, encarnando con su acción política la condición de “muy honorable” que protocolariamente acompaña a los presidentes catalanes. De él, hemos desempolvado en estos días aciagos una frase genial sobre la actividad de los representantes públicos. En política, sostenía Tarradellas, se puede hacer de todo menos el ridículo. La peripecia de Carles Puigdemont desde que el pasado 27 de octubre fuese destituido junto a su gobierno en aplicación del 155, que ponía fin a una efímera república catalana, demuestra que el expresidente no tomó buena nota del honorable Tarradellas.
Rozó el ridículo la foto que difundió en Instagram, en las primeras horas del lunes, en las que se veía el interior del palacio presidencial. Parecía que estaba en su despacho a la espera de acontecimientos, pero poco después supimos que estaba emprendiendo viaje a Bruselas.
Desde allí, al día siguiente, protagonizó una rueda de prensa en la que, a pesar de hablar en cuatro idiomas, no se entendió nada de lo que quería decir. Una comparecencia cargada de contradicciones y de efectos secundarios que seguramente no previó en su universo paralelo. Buscaba internacionalizar su causa, pero ni antes ni después de su intervención ha logrado un solo apoyo para la misma. Cargó contra el autoritarismo de un presunto estado opresor que, sin embargo, ha recibido apoyos de todo el mundo para hacer cumplir la ley. Sin reconocer su cese, se presentó como presidente en el exilio de una república al mismo tiempo que aceptaba las elecciones autonómicas convocadas por quien lo cesó. Dijo no estar huido, pero sin aclarar si volverá, ni cuándo. Apeló a la resistencia civil, un llamamiento a ciudadanos y funcionarios que seguían en sus casas y puestos de trabajo mientras él ponía tierra de por medio.
Carles Puigdemont ha tenido a lo largo del intenso mes de octubre muchas ocasiones para frenar y regresar a la realidad, pero en cada una de ellas decidió pisar el acelerador de la irrealidad. El Periódico de Cataluña abre su edición con un elocuente titular: “President, déjelo ya”. Veremos si toma nota en esta ocasión.
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