Los mulés de doña Carmen

Como no soy un experto legalista ni tampoco un consumado legajista, no entraré a discutir ahora si la propiedad del Cable Inglés corresponde a la Junta, a la Autoridad Portuaria, al Ministerio de Fomento o a una compañía británica de minas victorianas y pretéritas. No es la clave del asunto. Lo relevante es que durante décadas la Junta de Andalucía ha actuado y se ha comportado como si el Cable fuera muy suyo, sin dar lugar a la más mínima duda al respecto. Pero escurrir el bulto no es algo nuevo en la estrategia del descaro, esa en la que la Junta ejerce su magisterio con parámetros de excelencia. Acuérdense de cuando hace unos meses el actual delegado de Cultura, Alfredo Valdivia, -alias Mister Berbiquí- intentó colar la trola de que los torreones califales de Pescadería eran del Ayuntamiento, obviando su incontestable y palmaria pertenencia al conjunto monumental de la Alcazaba, para evitar así las críticas por su deterioro. En fin. Pero en vista de que la Junta insiste ahora en no querer saber nada del Cable, habrá que recordar que fue la propia Junta de Andalucía la que lo declaró BIC; que fue la Junta la que invitó a Canal Sur a organizar allí una fiesta que se saldó con el incendio pirotécnico de parte de la tablazón y que fue Carmen Calvo, por entonces Consejera de Cultura de la Junta de Andalucía, la que convocó a la prensa almeriense a acompañarla en un arriesgado “tour” por encima del cargadero, en el que ella misma, tomando el brazo del entonces delegado de Gobierno, Juan Callejón, y calzada con unos inapropiados mulés, nos llevó –dando tumbos, por lo irregular y arriesgado del camino y por la poca estabilidad que le proporcionaba su calzado- hasta el final mismo del cargadero para anunciar allí ufanamente una inversión de 3.000 millones de pesetas y la creación de un mirador, de un restaurante y no sé cuántas maravillas más. Entonces los reporteros no lo sabíamos, pero ahora descubrimos que estábamos acompañando a unos okupas. ¿Se puede tener más jeta?