Los romanos tomaban sus decisiones importantes consultando al arúspice, que era una especie de mago o adivino que se pronunciaba sobre la viabilidad de los proyectos examinando las tripas de un ave. Y así, los planes de batalla, los nombramientos de cónsules o la ubicación de templos dependían muchas veces del color y el tamaño del hígado de un pájaro. De eso venimos y muchas veces parece que seguimos haciendo las cosas igual que en tiempos de Rómulo y Remo. Nadie sabe qué deparará el futuro al PSOE almeriense pero, a falta de ganso despanzurrado, bien que se han ocupado ellas y ellos de destriparse convenientemente estos días, dejando al aire vísceras, entrañas y desafectos. Por un lado los seguidores de Fernando Martínez y por otro los de Pérez Navas, con frentes aparentemente irreconciliables y compartiendo escenario y micrófono por turnos. Allá suban las tribus de los estrategas, pero sigo sin ver las ventajas y beneficios del aplaudido sistema de exhibición de las trifulcas internas y el señalamiento de facciones, pues de momento tan sólo sirve para que hoy –día de las elecciones- la sede del PSOE se llene de vencedores y vencidos. Y tal como lo ve uno, por mucho canto a la transparencia con el que quieran justificar el espectáculo lo único que saca quien así actúa es resta y debilitamiento. Y una cosa más: el impagable escorzo de quienes, tras haber sido derrotados, entierran rápidamente el hacha de guerra para correr en auxilio del vencedor. Un numerito inenarrable que debe servirpara que quienes se vean abocados en el futuro a algún trance sucesorio tomen nota de los “beneficios” del sistema y para que a lo largo del día echen humo las sartenás de tostones. Sí, ya sé que los más pluscuamperfectos hubieran empleado el término “pop-corn”, pero mejor se lo dejo a los feligreses del canto a la transparencia política, que en el pecado llevan la penitencia.
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